Dicen que la autenticidad emana de la coherencia, de ser fiel a uno mismo. Lo aconsejaba Polonio a su hijo Laertes en el Hamlet de Shakespeare y lo han sabido trasladar Stéphanie Mahé e Ignasi Truyol a su proyecto personal, un encantador establecimiento de turismo interior situado en el casco antiguo de Ferreries. Inaugurado en agosto de 2010, este pequeño hotel de seis habitaciones conserva el perfume de la autenticidad menorquina porque ofrece un alojamiento singular que nace de la transformación de una casa de 1844 del barrio antiguo de Ferreries conocida como Ca Ses Sucreres, en la que se vendían caramelos elaborados artesanalmente. Caramelos de tranquilidad, de felicidad, de calma, que contribuyen a un viaje hacia lo esencial para un estilo de turismo confortable y acogedor pero refinado. Lejos de una etiqueta que lo pueda catalogar como un hotel con encanto o un boutique hotel en el que no falta detalle, tiene más una vocación de lugar inspirador para descansar, de punto de encuentro con la sensibilidad, con el arte, con la experiencia real de la Menorca slow. La Menorca que proyecta Ses Sucreres es la de los detalles intangibles y de la percepción sutil que la convierten en una vivencia singular que busca proporcionar bienestar y comodidad más allá del sentirse como en casa.
PROYECTO PERSONAL. En el año 2007, Ignasi Truyol, urbanita barcelonés del barrio de Gràcia pero de raíces profundamente menorquinas (d'es Molí de Ferreries), y su mujer Stéphanie Mahé, francesa de la Bretaña más apasionada, decidieron materializar su proyecto comprando dos antiguas casas en el casco antiguo. Más allá de un proyecto personal y de una cuenta de resultados, también pesaron la intuición, un cierto romanticismo y una visión integral a medio y largo plazo para y con el propio pueblo de Ferreries. “Ses Sucreres es un proyecto de sensibilidad local con un toque cosmopolita, el fruto de la Menorca que proyectamos desde nuestras subjetividades”, afirma Ignasi Truyol. “Pudimos emprender la aventura en Ciutadella pero nuestro proyecto no solo era de realización personal sino que existía una dimensión colectiva muy importante para nosotros, un esfuerzo por mantener parte del patrimonio arquitectural más tangible y proyectar a nuestros huéspedes el encanto humano del local. Una magia y una idiosincrasia del pueblo que todavía está por descubrir ya que es uno de los escenarios de la isla con una belleza menos conocida a la que muchos turistas renuncian, pero que esconde probablemente algo de la Menorca más auténtica”, concluye Truyol.
El camino de transformación empezó más bien lento, sin prisa pero sin pausa, adquiriendo y restaurando muebles y objetos de decoración, pieza a pieza, como un puzle que se iba construyendo. Las obras se iniciaron formalmente en noviembre de 2009 y culminaron en 2010 con la inauguración. Desde entonces, portales de opinión y recomendaciones viajeras lo han encumbrado como una de las mejores opciones de la isla para disfrutar de un lugar diferente y especial.
MÁS ALLÁ. Desde el primer día, Ses Sucreres puso en práctica su vocación de ir más allá de un hotel de interior y se convirtió en un espacio para disfrutar y ofrecer otras visiones de un sitio con encanto, en el que podía alojarse también el arte o las tertulias. En verano, el patio de Ses Sucreres celebra sesiones de cine al aire libre y, habitualmente, sus paredes recogen exposiciones de arte y fotografía de artistas locales pero también internacionales. Y es que el reto de Ses Sucrecres es también Ferreries. “Todo el mundo conoce Ciutadella, todo el mundo conoce Maó y Fornells, pero casi nadie se para en Ferreries”, explica Ignasi. “El entorno es complejo y muchas veces resulta adverso. Últimamente vivimos un cierto efecto moda de nacimiento de pequeños hoteles en Menorca y estos proyectos son difíciles, sobre todo por el problema añadido de conectividad aérea que padecemos. Actualmente todos sobrevivimos financieramente del mercado de verano con una dualidad de precios que no resulta cómoda, ya que nos gustaría poder vivir durante todo el año sin tener que crear puntas de demanda con efectos nocivos reales en la sostenibilidad de nuestra isla y nuestro patrimonio. El efecto clúster de la Menorca slow que está germinando está muy bien, pero vuelos y barcos hay los que hay. De momento, el pastel a repartir será menor entre los que estamos apostando por este tipo de alojamientos pero también es cierto que ya era así cuando nosotros empezamos”, concluye.
PLANES. El futuro del hotel lo están escribiendo con la compra reciente de dos casas adosadas a las actuales con las que quieren ofrecer un servicio de restauración y añadir cuatro habitaciones a las seis actuales en 2015. “Hablar de hostelería y restauración son palabras mayores y no queremos ser pretenciosos sino seguir creando desde la humildad, la creatividad y la sinceridad de lo que sabemos y queremos hacer”, explica Stéphanie Mahé. “Hay una inversión personal muy fuerte pero los dividendos son los huéspedes que se interesan por Ses Sucreres, gente abierta que también se interesa por la realidad socioeconómica de la isla, por el entorno, que se acaba enamorando de Menorca”, señala. Sin duda, Stéphanie e Ignasi ejercen de embajadores de la Menorca natural sin filtros ni retoques.