El 15-M se aceptó como un movimiento más o menos organizado que arrastró a un conjunto de personas que se rebelaban contra una situación social que no aceptaban y a las que, en algunos casos, se denominaba “indignados”.
¿Cuál podría ser la primera condición necesaria para que un partido político pudiera acoger a aquellos manifestantes que perseguían vivir una democracia participativa?
Aceptar el cambio de mentalidad que apareció en las empresas para superar al Taylorismo: “los jefes piensan y los trabajadores sujetan el destornillador”; cuando los negocios son tan complejos y difíciles, los entornos impredecibles y arriesgados, necesitan la movilización día a día de cada gramo de inteligencia.
En esta lucha para conseguir la aportación del conocimiento y sobrevivir, existen estructuras empresariales que practican la holocracia o el ambiguo manejo de los principios de biselado.
Este cambio experimentado en las empresas no se ha dado, en general, en las organizaciones políticas. Por este motivo aparecen nuevos partidos, donde no existe todavía la verticalidad a la que se enfrentan una gran mayoría de ciudadanos.
La historia, cronológicamente, nos presenta como prueba de intenciones, hechas parcialmente realidad, el resultado de las elecciones europeas que actuaron de entrada, alentando la desilusión.
Con mucha simplicidad, algunos atribuyeron los resultados al estancamiento y a las dificultades sociales. ¿Cómo se explica entonces la victoria de la extrema derecha en Dinamarca, uno de los países más ricos y más sociales del mundo? ¿O bien el 20% conseguido por el partido nacionalista de Austria, en donde la tasa de paro es, apenas, de un 5%?
En España los partidos separatistas obtuvieron buenos resultados. Bildu ganó al PNV y ERC superó a CIU. Ambas cosas no se habían dado hasta la fecha. Podemos en su primera aparición consiguió 5 escaños y 1,2 millones de votos.
En Italia Mateo Renzi, con el Partido Demócrata, obtuvo más del 40% de los votos, inspirando confianza y sobrepasando la confrontación derecha-izquierda. Todo ello gracias a un discurso donde desarrolla argumentos, apoyándose en el mérito, la ambición, el dinamismo, para abordar los nuevos desafíos y en definitiva superando las ideas populistas del Movimiento 5 Estrellas liderado por Beppe Grillo.
El resultado de las elecciones europeas refleja por una parte una profunda insatisfacción y que los factores culturales juegan un papel más importante que las cifras de la economía en el destino de las personas; y por otra que el factor confianza, cuando se percibe, es decisivo.
Después de las europeas, las elecciones griegas y las encuestas siguen apuntando cómo puede evolucionar la intención de voto.
Teniendo presente el radicalismo, consecuencia de sentimientos de impotencia y humillación y los años de angustia económica y social, el partido político que quiera recuperar y obtener votos tiene que aparecer con los siguientes poderes de atracción y principios, que libraron de la desaparición a muchas empresas:
Los cambios y lo sucedido obliga a replantear lo que pensamos.
El futuro no es una prolongación del presente.
El conflicto, dentro de unos límites, es el fundamento de la vitalidad.
Seducir y convencer.