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Paradojas

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El informe económico sobre la situación de Balears para 2025, elaborado por BBVA Research, dibujaba un panorama notablemente optimista para este año. Se hablaba de crecimiento del PIB, de reducción del paro y de una recuperación vigorosa del turismo. Se mencionaba incluso que en 2026 podríamos superar en un 15% los niveles de actividad económica de 2019. Y, sin embargo, estos primeros compases de temporada alta cuesta reconocer esta euforia cuando uno trata de captar el pulso de lo que sucede en Menorca.

La paradoja es evidente. Crecemos, pero lo hacemos sobre un terreno limitado y tensionado. Las previsiones son buenas, sí, pero apuntan también a una desaceleración y a un agotamiento progresivo del modelo. Está claro que el turismo sigue tirando del conjunto de la economía y de las empresas pero con menor intensidad, ya que es un claro reflejo de las dudas relacionadas con el estancamiento de la demanda europea, el impacto de los potenciales aumentos de aranceles por parte de EE.UU, la incertidumbre de política económica en general o la crisis de la vivienda. Son todos estos factores los que explican la dificultad para que la actividad turística siga tan alegre como nos habíamos acostumbrado, cuyo frenazo ya se ha podido empezar a comprobar en estos primeros compases del mes julio, en plena temporada alta. Mesas vacías en puntos calientes de la gastronomía menorquina como Fornells, por ejemplo, son otro síntoma de que la música no está sonando como todos hubieran deseado. Los touroperadores, conscientes del cambio de tendencia, ya han lanzado sus contramedidas con ofertas agresivas para intentar salvar la temporada.

Menorca, una vez más, se enfrenta a su eterna disyuntiva. Necesitamos una estrategia propia, diferenciada, sostenible. No podemos seguir siendo el eco tenue de los logros macroeconómicos del resto del archipiélago. Para eso, necesitamos datos reales, concretos y actualizados sobre nuestra realidad. Sin estadísticas propias, sin una foto nítida de lo que pasa aquí, estamos vendidos.
Tenemos talento, tejido empresarial aunque estamos fallando en capital humano. Hace falta planificación, inversión productiva, un modelo turístico menos estacional, menos dependiente, más integrado con el territorio. Y, sobre todo, un contrapeso industrial que amortigüe cualquier sacudida en caso de desplome del turismo. No será fácil.

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