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El EBITDA y la salud de una empresa (I)

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¿Recuerdan uno de los mayores concursos de acreedores de la historia empresarial en España? Con casi 9.000 millones de euros de deuda, el grupo Abengoa tiene este «honor» junto a Pescanova, Martinsa- Fadesa …Abengoa presentó en sus resultados correspondientes al ejercicio fiscal de 2014 el mayor EBITDA de su historia, tras crecer un 11% respecto al mismo periodo del año anterior y alcanzar los 1.408 millones de euros. Ante esta cifra, la compañía sacó pecho por un «sólido comportamiento del negocio», tal y como señalaba en la comunicación enviada a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Aquella información se difundió en febrero y, tan solo nueve meses después, en noviembre, las acciones de la empresa de renovables se desplomaban un 50% en apenas dos días, ante las dudas de sus acreedores. La empresa reconoció entonces una deuda de 9.022 millones de euros tras reformular su pasivo. Lo que siguió es por todos conocido: concurso y posterior quiebra.

¿Cómo puede una empresa presentar concurso de acreedores con un EBITDA de 1.400 millones de euros? Pues porque esa cifra no mostraba que Abengoa debía 3.400 millones de euros más a sus proveedores que lo que le debían sus clientes (2.353 millones), es decir el conocido fondo de maniobra «negativo»; que tenía que pagar casi 855 millones en intereses y, además, adeudaba otros 10.300 millones de capital a bancos e inversores de bonos, de los cuales debía devolver casi 2.400 en menos de un año. Entonces, ¿qué revela realmente este tipo de indicador sobre la insolvencia de una compañía? Más bien poco, como se evidenció en el caso de Abengoa.

Pero ¿qué es exactamente y para qué se utiliza? Se trata del resultado bruto de explotación (RBE), también denominado así en los estados contables y otros informes financieros. Proviene del inglés ‘Earnings Before Interest, Taxes, Depreciation and Amortization’, que se traduce como beneficio antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones. Es una medida que evalúa la capacidad de una empresa para generar recursos a través de su actividad principal, pero que no indica cuánto debe pagar la empresa en intereses por su deuda ni cuánta inversión adicional necesita para mantener su nivel operativo actual (el denominado CAPEX), ni cuánto efectivo real genera tras esos pagos. Y eso lo convierte en un indicador bruto, bastante abstracto.

Por este motivo, se trata de una magnitud controvertida, que muchos expertos consideran susceptible de usarse como «maquillaje» contable. El mítico vicepresidente de Berkshire Hathaway, Charlie Munger, llegó a manifestar en su libro ‘Poor Charlie’s Almanack: The Wit and Wisdom of Charles T. Munger’: ‘Every time you hear EBITDA, just substitute it with bullshit’ («Cada vez que escuches EBITDA, sustitúyelo por ganancias de mierda»). Una frase que refleja la postura crítica de este gurú de la inversión hacia el uso del EBITDA como indicador financiero, al considerarlo una métrica que puede ocultar la verdadera rentabilidad de una empresa y sobre todo que puede ocultar la verdadera situación de salud de esta.

Entonces, ¿hay que desechar esta medida al analizar los resultados de una empresa? La respuesta es no del todo. Y es que se trata de una referencia financiera útil, pero que debe interpretarse siempre con cautela, poniéndola en contexto y teniendo en cuenta todas las ratios financieras de la cuenta de resultados que presenta la compañía. Como en el caso de Abengoa, la gran mayoría de empresas que han entrado en concurso o quiebra presentaban cifras de EBITDA muy positivas, lo que pone en evidencia que muchas recurren a «trucos» al presentar su información financiera. Por lo que, utilizar sin más este tipo de resultado es ilusorio porque no existe un consenso sobre las partidas que incluye; se pueden añadir o eliminar conceptos según convenga a la empresa.

Dos compañías que presentan la misma cifra operativa pueden tener una realidad financiera completamente distinta. Al final, no revela si la empresa es realmente sostenible, si puede pagar su deuda o si genera caja positiva, que es lo verdaderamente importante. Por tanto, no debemos al analizar una empresa quedarnos en la superficie, sino profundizar en las cuentas de resultados y en la contabilidad empresarial, ya que este indicador puede enmascarar muchos aspectos. Muchas veces, y si no se hace una lectura en profundidad, la cuenta de la vieja resulta más útil que el EBITDA. Habrá una segunda parte donde seguiremos abordando el tema y entendiendo porque los anglosajones dices que «Cash is King», el efectivo es el rey.

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