El deterioro de un reactor tras otro en la central japonesa de Fukushima siguió alimentando ayer el temor a un desastre nuclear, sin que los desesperados intentos para controlar una fuga radiactiva abrieran un resquicio a la esperanza.
La gravedad de la situación llevó al emperador Akihito a dirigir a los japoneses el primer mensaje por televisión de sus 22 años de reinado para pedirles que resistan y se ayuden en esta crisis sin precedentes, tras un terremoto y un tsunami que han causado al menos 12.000 muertos o desaparecidos. Desde Bruselas, el comisario europeo de Energía, Günther Oettinger, que advirtió de que la planta de Fukushima estaba prácticamente fuera de control, aventuró ayer que se corre el riesgo de una nueva catástrofe de gran peligro para los habitantes».
En el mismo argumento redundó la ministra francesa de Ecología, Nathalie Kosciusko-Morizet, al asegurar que «el peor escenario es posible e incluso probable». En medio de esta acentuada incertidumbre, los problemas se siguieron encadenando este miércoles en la central de Fukushima, gravemente dañada por el seísmo y el tsunami que sacudieron el noreste de Japón el pasado día 11.
Sus seis reactores de agua en ebullición provocaron emergencias continuas y los empleados de TEPCO, la empresa que explota la planta, trabajaron sin descanso para tratar de combatir el sobrecalentamiento. El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), cuyo director general se dispone a viajar de inmediato a Japón, confirmó desde su sede en Viena que están dañados los núcleos de los reactores 1, 2 y 3 de Fukushima, aunque aseguró que no se puede decir que la situación esté «fuera de control». Antes, y después de innumerables especulaciones, el portavoz del Gobierno japonés, Yukio Edano, aseguraba que la posibilidad de un deterioro grave del contenedor del reactor «es baja». Sin embargo, el nivel de radiactividad en la zona llegó a alcanzar un alarmante nivel de 10.000 microsievert por hora, lo que obligó a evacuar temporalmente a los empleados -unos 200 al final de la jornada-, que regresaron al descender la radiación.
Las Fuerzas de Autodefensa (Ejército) de Japón enviaron a la zona un helicóptero cargado con agua salada para arrojarla sobre la central, pero la misión tuvo que ser finalmente abortada ya que las radiaciones eran demasiado elevadas incluso para esa operación.