Siria se queda sola en la escena internacional y Moscú, afianzado como el último aliado de peso que le queda a Damasco, trató ayer de lanzar un salvavidas al régimen de Bachar al Asad que pueda evitar el descenso imparable hacia una guerra civil.
La retirada de los embajadores de los principales países de la Unión Europea y del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), que se sumó ayer a las anunciadas ayer por Washington y Londres, ha dejado todavía más aislado a un régimen que se enfrenta a sangre y fuego al levantamiento de la población en muchas de sus ciudades.
El embajador de España, Julio Albi, abandonó anoche la capital siria, según pudo saber Efe.
Por eso, la visita ayer en Damasco del ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, fue recibida como una seria llamada de atención para que Al Asad abra un diálogo real.
«Moscú quiere que las reformas anunciadas por Al Asad se hagan realidad y puedan convencer a aquellos opositores que no han decidido tomar las armas y que todavía creen en una solución negociada», explicó un analista que pidió no ser identificado.
Según declaró el propio Lavrov a la prensa rusa, el presidente Al Asad aseguró en la reunión que está dispuesto a dialogar con todas las fuerzas políticas.
«El presidente sirio está totalmente comprometido con el cese de la violencia, independientemente de donde provenga», subrayó, al tiempo que alertó de que Rusia no tolerará una intervención extranjera para solucionar la crisis.
Agradecimiento a Rusia
Según las declaraciones difundidas por al agencia oficial siria Sana, el mandatario agradeció a Rusia su veto el pasado sábado a la resolución del Consejo de Seguridad y denunció que el resto de países no entienden «su visión de efectuar reformas internas sin la injerencia extranjera».
Homs volvió a ser un día más el escenario de los peores bombardeos del régimen, en una estrategia de hostigamiento que comenzó el pasado viernes con los disparos de morteros y obuses desde los carros de combate.
Según los opositores Comités de Coordinación Local, al menos 25 personas murieron ayer por la represión, catorce de ellas en Homs y otras siete en Madaya, una localidad en la periferia damascena que, según sus habitantes, también está siendo objeto de asedio militar.