Como era de esperar, el primer ministro griego, Antonis Samarás, evitó ayer incomodar a su anfitriona Angela Merkel y evitó repetir su plegaria destinada a conseguir un plazo de gracia para cumplir con sus obligaciones y recordó a los periodistas que en el breve encuentro sostenido con la canciller solo habían hablado sobre grandes temas políticos. «Somos un pueblo orgulloso y no queremos depender de dinero prestado», señaló al recordar que su país necesita una oportunidad para impulsar el crecimiento económico.
«Para dinamizar el crecimiento, necesitamos más tiempo para respirar», añadió Samarás, en la única referencia que hizo con respecto a su plan de buscar el apoyo de Alemania y Francia para obtener más tiempo para completar las reformas exigidas por la troika.
Malestar
Durante una breve comparecencia ante la prensa, Samaras destacó que el encuentro había servido para poner en marcha una nueva relación entre los dos países y expresó su malestar ante las continuas declaraciones alarmistas, formuladas principalmente en Berlín por destacados miembros del Gobierno alemán y de los partidos que integran la coalición, relacionadas con un posible abandono de Grecia de la zona euro. «Disuaden a los posibles inversionistas y dificultan el trabajo del Gobierno griego, puntualizó.
La petición de Samarás incomodó a Merkel, quien salió como pudo del trance. La canciller dijo que todos los miembros de la colación de su Gobierno compartían su posición y deseaban que Grecia siguiera perteneciendo a la zona euro.
Al parecer, la canciller no había visto las noticias de la mañana en la televisión, donde fue entrevistado el jefe del grupo parlamentario demócratacristiano, Volker Kauder. El político del partido de Merkel advirtió que ya no había más dinero para prestarle a Grecia y que la unión monetaria europea podría resistir sin problemas una salida de Grecia de la moneda común. «Parto del hecho de que no será un problema para el euro», dijo Kauder.
Merkel omitió también referirse a que ayer mismo se había conocido la existencia de un grupo especial de trabajo en el propio seno del Ejecutivo alemán, que analiza las consecuencias que puede tener para Alemania y el resto de los países de la eurozona, una posible salida de Grecia e «impedir con ello un efecto dominó».