El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en el poder desde 1999 y aquejado de cáncer desde el año pasado, logró su tercera reelección el domingo y gobernará hasta 2019 gracias al apoyo del 54,42 % de los votos depositados en las urnas.
Con 7.444.082 sufragios, Chávez superó con creces a su más directo rival, Henrique Capriles, quien, tras una campaña que levantó muchas expectativas y puso al chavismo contra las cuerdas por primera vez en 14 años, obtuvo 6.151.544 votos (44,97%) en una jornada marcada por un récord de participación que llegó al 80,94%, según el Consejo Nacional Electoral (CNE).
Esa presión de Capriles, erigido como el líder de una oposición unida, restó muchos votos a Chávez, quien pese a todo se alzó con la cuarta victoria consecutiva desde que ganó las primeras elecciones en 1998 e impuso una nueva forma de gobernar en América Latina, bajo la bandera del «Socialismo del Siglo XXI».
Este triunfo permitirá a Chávez gobernar hasta 2019 y acumular hasta 20 años en el poder, siempre y cuando su salud se lo permita, ya que en el último año ha sido operado hasta tres veces de cáncer en medio del secretismo sobre su enfermedad, de la que por otra parte se ha recuperado de forma insólita.
Tras conocerse los resultados oficiales, Chávez apareció en un balcón del Palacio de Miraflores, sede del Ejecutivo venezolano, y se dirigió a centenares de seguidores para agradecerles el voto, reivindicar una «victoria perfecta» y también pedir a Dios que le de «vida y salud».
«Ha sido un día memorable, por eso desde lo más profundo de mi corazón les doy las gracias y le pido a Dios que me dé vida y salud», manifestó el mandatario reelegido, de 58 años.
También felicitó a la oposición por reconocer rápidamente su victoria y la invitó «al diálogo, al debate y al trabajo conjunto» en medio de un discurso plagado de planes para su país, como, por ejemplo, que Venezuela nunca más volverá a la senda del neoliberalismo.
«Ha sido en verdad, como lo veníamos diciendo durante los últimos meses, la batalla perfecta (...). Gracias a Dios y gracias a la conciencia de nuestro pueblo no hubo ningún acontecimiento hoy que lamentar, nada que manchara la batalla perfecta y la vitoria de Venezuela», afirmó, al adelantar que había ganado en 20 de los 23 estados más el Distrito Capital.
Poco antes, Capriles se había dirigido a sus seguidores y a los medios de comunicación para reconocer su derrota y felicitar al presidente Chávez.
A sus seguidores les dijo que «no están solos» y que «no se sientan derrotados» porque más de 6 millones de votos permiten construir un nuevo camino para Venezuela.
Este joven político, que con 40 años ha sufrido este domingo la primera derrota en las urnas de su vida, confió en «que un proyecto que lleva 14 años asuma y entienda que casi la mitad del país no está de acuerdo con esta opción que hoy se mantiene en el poder».
«Yo pido a quienes hoy mantienen el poder respeto, consideración y reconocimiento a casi la mitad del país que no esta de acuerdo con este gobierno», agregó.
Un emocionado Capriles argumentó que «mientras hay vida hay esperanza» y pidió a sus seguidores que no se sientan derrotados: «esos más de 6 millones de venezolanos, casi la mitad del país, no están solos», insistió.
Mientras los seguidores de Capriles recibieron entre lágrimas la derrota electoral, en la primera vez en 14 años que se había abierto una opción viable a la oposición en cabeza de este político, los chavistas celebraron desbocados su victoria.
Con ropa de color rojo, una avalancha de venezolanos se dirigió al palacio presidencial de Caracas para celebrar en un acto masivo que hubo desde desmayos hasta llantos de felicidad.
«Yo pertenezco a la primera promoción de Agroecología de la Universidad Bolivariana (creada por Chávez) y el presidente fue, además, quien me dio la medalla», comentaba emocionado un joven que, según dijo, nunca dudó del triunfo del mandatario.
Así concluyó una larga jornada que se saldó con un récord de participación y sin incidentes violentos que lamentar, más allá tan sólo quince delitos electorales menores, relativos a las tarjetas de votación, y tres asesinatos que, según el responsable de la seguridad del proceso, el general Wilmer Barrientos, «no tuvieron que ver» con las votaciones.