El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y los republicanos fracasaron ayer en el último intento por evitar los recortes del gasto público que debían entrar en vigor a medianoche y que, en palabras del mandatario, causarán un dolor «real» a las familias, pero «no va a ser el apocalipsis».
Tras una reunión a puerta cerrada en la Casa Blanca, Obama compareció ante la prensa y culpó a los republicanos en el Congreso de la inevitabilidad de los recortes «arbitrarios», mientras estos insistieron en que no van a apoyar los nuevos aumentos impositivos que reclama el Gobierno.
«No todo el mundo va a sentir el dolor de los recortes de inmediato, pero el dolor será real. A partir de la próxima semana muchas familias de clase media verán sus vidas perturbadas de una manera significativa», sostuvo Obama tras reunirse con los líderes demócratas y republicanos en el Congreso.
Según Obama, los recortes, valorados en más de 85.000 millones de dólares y que se aplicarán paulatinamente en los próximos meses, supondrán la pérdida de 750.000 empleos y la reducción de medio punto porcentual en el crecimiento del PIB.
No obstante, el presidente trató luego de rebajar la alarma y dijo que el país saldrá adelante y que «no va a ser el apocalipsis».
«Esto no es una victoria para nadie. Es una pérdida para todo el pueblo estadounidense», enfatizó Obama sobre la inminente aplicación de los recortes, pactados en el Congreso en 2011 entre demócratas y republicanos para forzar un pacto de largo alcance sobre la reducción del elevado déficit público —superior al 8 % en 2012— que aún no ha llegado.
El principal escollo de las negociaciones está en que los republicanos consideran que el gasto del Gobierno es excesivo y hay que recortarlo más, mientras los demócratas persiguen una reforma fiscal para aumentar los ingresos del Estado a la que los conservadores se oponen.