La sentencia por la masacre del año pasado en el estadio de Port Said hizo rebrotar ayer la violencia en las calles de El Cairo, pese a que se temía una reacción aún más devastadora de los aficionados de los equipos implicados.
Al menos dos manifestantes murieron en los choques con la policía en el centro de la capital, que estallaron poco después de que los ultras del equipo cairota del Al Ahly incendiasen un club de oficiales de policía y la sede de la Federación Egipcia de Fútbol.
La confusa sentencia, leída por el juez Sobhi Abdelmeguid en la Academia de Policía, a las afueras de El Cairo, hizo que por unos momentos nadie supiera muy bien cómo reaccionar.
En el fallo, el tribunal penal confirmaba la pena de muerte contra 21 acusados —que ya habían sido condenados a finales de enero—, ordenaba cadena perpetua para otros cinco, castigaba con distintas penas de prisión a 19, y absolvía a 28 inculpados.
Dos altos cargos policiales de Port Said, entre ellos el director de la seguridad de la ciudad, Esam Samak, eran castigados con quince años de cárcel, mientras que otros siete policías eran absueltos.
El país contuvo en ese momento la respiración a la espera de cómo recibirían los seguidores radicales de Al Ahly y los habitantes de Port Said la sentencia.
Tras unos instantes de alegría inicial, los Ultras Ahlawy, como se hacen llamar los radicales del Ahly, decidieron que la sentencia no colmaba sus aspiraciones y prendieron fuego al Club de Oficiales de la Policía, en la isla de Zamalek, muy cerca de la sede de su equipo.
Cuando ya se elevaban grandes columnas de humo sobre el cielo de El Cairo, los hinchas la emprendieron con el edificio de la Federación Egipcia de Fútbol, que también fue saqueado y posteriormente incendiado.
Más tarde llevaron sus protestas hacia el centro de El Cairo, donde desde hace semanas manifestantes y policía se enfrentan prácticamente a diario.