Estados Unidos amaneció hoy con la paralización de la actividad de parte de la Administración federal por primera vez en 17 años, una situación que obligará a 800.000 funcionarios a quedarse en casa y que no tiene visos de resolverse rápido dada la polarización política que se vive en el Congreso.
Hoy comienza el nuevo año fiscal y el Congreso ha sido incapaz de aprobar los fondos necesarios para que el Gobierno siga funcionando, fundamentalmente por el empeño del ala más conservadora de los republicanos en vincular esa financiación al desmantelamiento de la reforma sanitaria, uno de los mayores logros del presidente Barack Obama.
Además de los 800.000 funcionarios que se quedarán en casa, otro millón tendrá que ir a trabajar pero sin cobrar su salario mientras dure el cierre.
El Gobierno federal es el principal empleador del país, con más de dos millones de civiles asalariados y 1,4 millones de militares en activo.
Los militares sí seguirán cobrando pese al cierre, gracias a una medida aprobada anoche por ambas cámaras del Congreso y firmada a continuación por Obama.
En Washington, los museos de la red Smithsonian y el zoo nacional amanecieron con el cartel de «cerrado» y pidiendo disculpas a los ciudadanos por las «molestias».
La capital y su área metropolitana, donde se concentra la mayoría de las actividades del Gobierno, podrían perder hasta 200 millones de dólares por día mientras se prolongue la paralización.
La emisión de datos económicos se interrumpirá y los parques nacionales cerrarán sus puertas, pero se mantendrán servicios básicos como el correo, el control del tráfico aéreo, los cheques de pensiones y la actividad de los agentes policiales y de seguridad.
El último cierre parcial del Gobierno se produjo en enero de 1996 y en esa ocasión duró 21 días.
De acuerdo con una encuesta de la Universidad Quinnipiac divulgada hoy, los votantes estadounidenses rechazan (por un porcentaje de 72 a 22 %) el cierre del Gobierno como intento de bloquear la reforma sanitaria promulgada en 2010.
Además, los votantes desaprueban (por un porcentaje de 74 a 17 %) el trabajo de los republicanos en el Congreso, con la peor valoración registrada desde que se elabora este sondeo.
Los estadounidenses «rechazan decididamente» el argumento de los republicanos de que la reforma sanitaria de Obama «es tan mala que merece la pena cerrar el Gobierno para detenerla», explicó Peter Brown, director adjunto del instituto de encuestas de Qunnipiac.
Lo ocurrido con el presupuesto hace temer una crisis aún mayor, dentro de quince días, cuando el Tesoro alcance su techo de endeudamiento y el Gobierno tenga que pedir al Congreso permiso para aumentarlo.
«No voy a negociar», dijo Obama tajante este lunes en una entrevista con la radio pública NPR al ser preguntado sobre qué pasará si el Congreso se niega a elevar el techo de la deuda.
«Este ciclo perpetuo de política de riesgo calculado y crisis tiene que terminar de una vez por todas», advirtió el presidente, para quien se requiere «voluntad» por parte del liderazgo republicano en el Congreso «para poner los intereses a largo plazo del país por encima de los políticos a corto plazo».