El cuerpo sin vida de Nelson Mandela volvió este sábado entre vítores a su pueblo natal de Qunu, en el sureste de Sudáfica, para ser enterrado mañana en el terreno de la casa de su familia.
El expresidente regresó a la aldea en la que vivió su infancia en medio de una nutrida comitiva precedida por agentes de la Policía Militar motorizados, escoltada desde el aire por helicópteros castrenses y cerrada por tanquetas caqui del Ejército.
Miles de vecinos de la zona salieron al paso del convoy para homenajear a su héroe, cuyos restos mortales llegaron después del mediodía al aeropuerto de Mthatha, a unos treinta kilómetros de Qunu, procedentes de Pretoria y a bordo de un avión militar.
A lo largo del tramo de la carretera N2 que une esa ciudad con Qunu, ciudadanos locales y otros procedentes de muchos puntos de Sudáfrica aclamaron al cortejo fúnebre con canciones de agradecimiento, bailes e imágenes del antiguo activista.
En la entrada de Qunu fue recibido por centenares de personas, algunos de ellos vecinos, que recordaron a Efe sus vivencias con Madiba, como se conoce popularmente al exmandatario en su país ).
«En la Navidad de 1995 se paseó por aquí y saludó a todos los habitantes del pueblo que encontró», relató la lugareña Cynthia Xala.
«Entró en nuestra casa y preguntó por Nomalady», dijo Xala en referencia a la hermana de su padre, a quien Madiba conocía personalmente desde sus años de juventud en el pueblo.
Los más jóvenes le recuerdan sentado en la entrada de su casa durante las fiestas para niños que organizaba muchas Navidades.
«Repartía regalos para todos, muñecas para nosotras y coches para los chicos, me siento muy afortunada de haberle conocido», añadió Oyama, una joven que asistió a una de estas reuniones en 2007.
A su lado, un grupo de mujeres vestidas con atuendo tradicional «xhosa» -la etnia mayoritaria en la zona y a la que pertenecía Mandela-, entonaban canciones tradicionales y danzaban por la calzada de entrada al pueblo.
Un gran despliegue policial vigilaba el perímetro y cortaba el paso al tráfico, a los periodistas y a cualquier persona ajena a la pequeña localidad, situada en una zona rural donde pastan a sus anchas las vacas.
Abierta por una escolta policial, una larga comitiva de coches oficiales hizo su aparición desde Mthatha, provocando el júbilo de la gente.
Dentro de algunos vehículos, que llevaban los cristales oscuros bajados, pudo verse a jefes tribales vestidos al estilo tradicional, a hombres con traje y a antiguos miembros uniformados del Umkhonto we Sizwe, el extinto brazo armado de lucha contra el régimen racista del «apartheid» que fundó Mandela.
Algunos saludaron alzando el puño, a la manera revolucionaria, como lo solía hacer Mandela, mientras desde los márgenes se ondeaban banderas de Sudáfrica y del hoy gubernamental Congreso Nacional Africano, que lideró la lucha contra el segregacionismo y fue dirigido por Madiba.
A lo lejos, al final de las verdes colinas de la niñez de Mandela, una gran carpa blanca daba a los habitantes corrientes de Qunu una de las pocas pistas que tienen de lo que ocurrirá mañana durante el funeral de Estado, al que asistirán más de 4.000 personas, incluidos dignatarios extranjeros.
«Es triste que los vecinos no puedan ir, es injusto para el pueblo», dijo a Efe Noksi Masakane, cuyo suegro compartió en su casa café con Madiba.
Masakane se queja del escaso protagonismo que la organización ha dado a los habitantes de Qunu, que no pueden acercarse a la casa y seguirán la ceremonia en dos pantallas gigantes instaladas en la localidad.
Después de varias horas de espera, otra escolta motorizada militar anunció finalmente que arribaba el féretro.
Detrás del cordón de voluntarios que les separaban de la calzada, las mujeres cantaban «Malibongwe» ("Gracias") a Nelson Mandela y bailaban animadas con su propia música.
La aparición de la furgoneta negra que llevaba el féretro cubierto con una bandera de Sudáfrica paró los himnos e hizo estallar los gritos de fervor.
El féretro de Mandela entró en el complejo familiar de Qunu, mientras por la carretera de Mthatha seguían llegando vehículos con sirenas y los helicópteros continuaban sobrevolando la pintoresca aldea.