En un giro inesperado, en la cada vez más violenta crisis ucraniana, el presidente ruso, Vladímir Putin, sorprendió este miércoles al aceptar las elecciones ucranianas y pedir a los insurgentes prorrusos que aplacen su referéndum independentista.
«Pedimos a los representantes del sureste de Ucrania, a los partidarios de la federalización del país, que aplacen el referéndum previsto para el 11 de mayo próximo», dijo Putin, que explicó que con ello se crearían «las condiciones necesarias para el diálogo» con el Gobierno de Kiev.
El líder del Kremlin fue más allá en lo que parece un cambio de estrategia en relación a este conflicto al aceptar por primera vez las elecciones presidenciales adelantadas que las nuevas autoridades de Kiev tienen previsto celebrar el 25 de mayo.
Fue tras reunirse este miércoles en Moscú con el presidente de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), Didier Burkhalter, que llegó en misión mediadora, cuando el líder ruso concedió que esos comicios «son un paso en la buena dirección».
Una afirmación muy alejada de la descalificación y falta de legitimidad que Moscú ha achacado a esta cita electoral convocada tras la llegada al poder en Ucrania de los opositores que derrocaron al presidente Víktor Yanukóvich el pasado 22 de febrero, en un «golpe de Estado anticonstitucional», según el Kremlin.
El visto bueno de Rusia a estos comicios se produce después de una intensa presión política y diplomática por parte de la Unión Europea y Estados Unidos en los últimos días, coincidiendo con la ofensiva militar lanzada por las autoridades ucranianas en el este y el aumento de la violencia.
Occidente, el principal valedor de los dirigentes de Kiev, lanzó alarmantes advertencias de que una cancelación de las elecciones significaría el caos para Ucrania y el fin de la ayuda prometida por el FMI para salvar al país del colapso financiero.
Rusia, entretanto, criticaba hasta ayer mismo que esos comicios fueran a tener lugar en medio del operativo militar que se desarrolla en las regiones prorrusas, como dijo el titular de Exteriores, Serguéi Lavrov, a sus colegas del Consejo de Europa.
Putin matizó, no obstante, que las elecciones no decidirán nada «si todos los ciudadanos de Ucrania no entienden cómo se garantizarán sus derechos después de su celebración».
Una clara alusión a la minoría prorrusa y a la exigencia de Moscú de que se lleve a cabo una reforma constitucional en Ucrania que salvaguarde las particularidades de este segmento de población y dé mayor autonomía a las regiones donde son mayoritarios.
«Entiendo a la gente en el sureste de Ucrania que se pregunta por qué en Kiev se les dejó hacer lo que hicieron -montar un golpe de Estado, armarse y asaltar los edificios administrativos, la Policía y las unidades militares-, por qué a Kiev se le permitió hacer todo, mientras que ellos no pueden defender sus intereses y sus derechos legítimos», comentó Putin.
Aludía a las concentraciones y tomas de sedes oficiales durante las protestas contra Yanukóvich en la capital ucraniana.
El presidente ruso también conminó a Kiev a suspender la ofensiva militar contra los bastiones prorrusos de la región de Donetsk, que ya ha causado varias decenas de muertos entre milicianos y militares, aduciendo que esta operación únicamente agudizará las divisiones en la sociedad ucraniana.
«Rusia se dirige a las autoridades de Kiev con la exigencia de que cesen de inmediato todas las operaciones de castigo en el sureste del país», dijo.
Putin aseguró que Rusia ha retirado sus tropas de la frontera con Ucrania para trasladarlas a sus bases y polígonos de entrenamiento regular, algo que también era causa de tensión entre Moscú y Kiev.
Tras la reunión en Moscú, el jefe de la OSCE descartó la celebración, por el momento, de una nueva reunión sobre Ucrania en Ginebra.
«No se estudia por ahora la celebración de una conferencia sobre el cumplimiento de los acuerdos de Ginebra (del 17 de abril). Es decir, no se planea una llamada Ginebra 2», manifestó.
Y calificó de «realistas» las perspectivas de un diálogo nacional como vía de salida de la crisis provocada por la sublevación prorrusa.