El Costa Concordia, el buque siniestrado en 2012 en las costas de la isla italiana de Giglio, ya está amarrado en el astillero de Prà Voltri de Génova, en el norte, donde los empleados del puerto retirarán el mobiliario que no sea metálico durante los próximos cuatro meses, para proceder después a su desguace.
Los responsables de las operaciones ya han concluido las maniobras de amarre en el puerto de Génova, donde la nave llegó esta mañana realizando, así, el que ha sido su último viaje.
Ahora, comienza un proceso de desmantelamiento que durará 22 meses y que se desarrollará en dos zonas dentro del puerto de Génova: el astillero de Prà Voltri y el de Sampierdarena.
En Prà Voltri, el crucero será despojado de todo el mobiliario que no sea metálico para después ser transferido al astillero de Sampierdarena, donde se procederá a su demolición, convertido ya en un enorme amasijo metálico.
En rueda de prensa, los responsables de la operación han coincidido en mostrar su satisfacción por ver concluido un proyecto de tal envergadura.
«Me siento orgulloso de haber participado en esta operación que se ha llevado a cabo con tanto respeto hacia las víctimas y hacia sus familiares, y también con tanto respeto por el medioambiente», confesó el ingeniero Sergio Girotto.
Una opinión que fue compartida por el almirante Stefano Tortora, quien destacó que se ha tratado de una «operación de alcance internacional», pues han participado, dijo, «26 nacionalidades».
La nave partió el pasado 23 de julio desde la Isla de Giglio con destino a Génova, un trayecto que le ha llevado a recorrer 200 millas náuticas (370 kilómetros) en cuatro días.
En este tiempo, la embarcación ha navegado, según refirieron los responsables, a una velocidad media de dos nudos (3,7 kilómetros por hora), aunque en algunas ocasiones tuvo que reducir la marcha hasta los 0,5 nudos (0,92 kilómetros por hora) a causa del fuerte viento.
Durante su paso por las costas de la isla francesa de Córcega, el Concordia fue acompañado por un barco militar francés -con la ministra de Ecología, Ségolène Royal, a bordo-, que supervisó que no se produjera contaminación del mar por el vertido de sustancias nocivas que contiene el barco.
«Vigilaron que el desarrollo de las operaciones fuera el adecuado y no hubiera ningún inconveniente, y así fue. La relación fue de cordialidad entre hombres de mar», contó el comandante de la Capitanía del puerto de la Isla de Giglio, Gianluca D' Agostino.
El 13 de enero de 2012, el Costa Concordia encalló y naufragó en las costas de Giglio, causando la muerte de 32 personas.