El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, centró en la «guerra económica» el hilo conductor de su discurso anual de gestión, que ofreció este viernes en el pleno de la Cámara de la Asamblea Nacional (AN, Parlamento), que dominan sus adversarios políticos por primera vez en 17 años.
La situación económica que el mandatario venezolano calificó de «catastrófica» fue el tema al que más tiempo le dedicó el jefe del Ejecutivo, que durante tres horas avivó los ánimos tanto de la bancada chavista como de la oposición, que hizo valer su mayoría en varios pasajes del discurso.
El informe de «Memoria y Cuenta» del Ejecutivo fue entregado en manos del presidente de la AN, el acérrimo opositor Henry Ramos Allup, a quien le dio la mano y calificó de «jefe y líder político de la oposición venezolana.
Maduro llamó este viernes a la «unión nacional» e instó a la oposición a un «diálogo constructivo» para afrontar la emergencia económica del país y dar el salto de una economía rentista «agotada, en fase terminal» a otra generadora de riquezas.
El jefe de Estado entregó su informe anual de gestión poco después de que en el país se declarara una emergencia económica para atender la situación que después de un año de opacidad reveló una inflación interanual de 141,5 % -la más alta de toda su historia-, y una contracción del 4,5 %.
«Llamo a un diálogo constructivo, para la acción, para la construcción de una nueva economía, para desactivar cualquier mecanismo vinculado a la especulación de la moneda, de los precios, para que el capitalismo salvaje no se siga tragando a nuestra moneda», afirmó.
A su juicio, «el sector capitalista se ha declarado en huelga de inversión» y de «cooperación con las leyes y con sus obligaciones en los sistema distributivos y de fijación de precios de la economía».
El mandatario instó a no caer en «tentaciones de romper los equilibrios necesarios» en el país y reconoció que «no es fácil» manejar el conflicto de poderes actual que vive la nación petrolera.
En una sesión solemne ante los representantes de todos los poderes del Estado, el Gobierno en pleno y los diputados de la nueva Asamblea Nacional, Maduro dijo que, «reconociendo los resultados electorales», llama al «respeto a la Constitución y a los poderes públicos y no caer en la tentación de una contrarrevolución que produzca aventuras que sean lamentadas por todos».
Asimismo propuso la creación de una comisión de «justicia, verdad y paz» frente a la ley de amnistía que pretende aprobar la mayoría calificada opositora de la Cámara.
La oposición, aglutinada en la alianza Mesa de la Unidad Democrática (MUD), tiene previsto debatir en el pleno en pocos días una ley de «amnistía y reconciliación» con la que pretenden poner en libertad a los opositores encarcelados, una medida que Maduro ha rechazado y que ha advertido que vetará.
Maduro encendió los ánimos cuando advirtió a la oposición de que tendrán que derrocarlo para poder aprobar una ley que otorgue la propiedad a los beneficiarios del programa social Gran Misión Vivienda (GMV).
«Nosotros hemos construido un millón (de viviendas), y ustedes creen que nosotros nos vamos a calar (aceptar) que las privaticen. ¡No, no y no vamos a permitirlo!. Tendrán que derrocarme para aprobar una ley de privatización. Se los digo, no», dijo.
La mayoría calificada opositora de la AN presentó el pasado miércoles al pleno un proyecto de ley que otorgaría la propiedad de las viviendas entregadas por el Estado venezolano a través del programa GMV.
«A la Gran Misión Vivienda no le van aplicar un modelo capitalista, tengan eso seguro, yo no lo voy a permitir, junto al pueblo no lo voy a permitir», aseveró Maduro.
La bancada opositora reaccionó con gritos de fuerte rechazo al tono altisonante de Maduro, que luego pidió calma y bromeó con ellos al explicarles que sus gritos fueron «para que se les quitara el sueño», ya que los «veía que se estaban durmiendo».
Maduro dijo también en su intervención que estaba «obligado a protestar por el trato que se le dio a los símbolos y a las imágenes» del libertador Simón Bolívar y de su antecesor Hugo Chávez durante la instalación del nuevo Parlamento.
Ramos Allup ordenó entonces retirar los retratos de Chávez que se encontraban en la Asamblea, así como la reconstrucción por ordenador de la imagen de Bolívar que también presidía varias dependencias parlamentarias.