Los seísmos registrados en el litoral norte de Castellón durante el verano de 2013 tienen una «relación directa» con la actividad en el almacén de gas de Castor, según concluye el informe del Instituto Geográfico Nacional (IGN) al que ha tenido acceso Europa Press.
Según este documento, el origen de la actual serie sísmica detectada tiene relación directa con la inyección de gas del proyecto Castor. Esta actividad, además, ha acelerado un proceso sismotectónico de acumulación de esfuerzos que ya existía en la zona aunque no estaba caracterizada.
A finales de agosto de 2013, la inyección de gas en el almacén de gas de Castor, a unos 20 kilómetros de la costa frente a Vinaroz, coincidió con una serie de seísmos, uno de ellos de 3,5 magnitud Ritchter que motivó que a mediados de septiembre, el Ministerio de Industria, Energía y Turismo paralizara las actividades para comprobar si existía relación. El Instituto Geográfico Nacional, comenzó a detectar actividad sísmica el 5 de septiembre de 2013 y se inició un seguimiento especial debido al incremento diario de la actividad. Inicialmente, la localización de los epicentros se situó en torno a la plataforma instalada para ejecutar el citado proyecto.
El ministro José Manuel Soria aseguró en reiteradas ocasiones que la actividad no se reanudaría si no se podía garantizar totalmente la seguridad en la zona, algo que dependería de los informes técnicos detallados encargados el 26 de septiembre.
El informe, de más de 30 páginas, tiene fecha de 17 de diciembre y fue remitido a la Dirección General de Política Energética y Minas del Ministerio de Industria, Energía y Turismo un día más tarde. Sin embargo, hasta la fecha no había sido difundido. El documento fue solicitado el 14 de enero al Gobierno por el diputado de Izquierda Plural Ricardo Sixto Iglesias y el Ejecutivo se lo ha envió con fecha de 31 de enero, aunque la respuesta parlamentaria entró en el Congreso de los Diputados el 10 de abril.
El estudio expone que, para determinar la posible relación, se realizó un análisis de comparación de forma de onda y obtención de la proyección estereográfica de la polaridad de la onda para discriminar el origen de los sismos, tanto de los registrados antes de la paralización de la inyección de gas el 16 de septiembre de 2013 como de los producidos con posterioridad. Los resultados concluyen que «todos los sismos registrados en la serie son de origen tectónico, consecuencia probablemente de los esfuerzos almacenados previamente en una o varias fallas próximas».
EL DOBLE DE SEÍSMOS EN DOS MESES QUE EN CASI UN SIGLO
Además, apunta que teniendo en cuenta la sismicidad histórica e instrumental anterior al 5 de septiembre de 2013 y la peligrosidad sísmica natural de la zona, obtenida a partir de la geología activa que se conocía hasta esa fecha «todo indica que el origen de la actual serie sísmica registrada tiene una relación directa con la inyección de gas del Proyecto Castor, sin perjuicio de que tal valoración se confirme en estudios geológicos que se pongan en relación con las características de la inyección».
Asimismo, apunta que esta sismicidad inducida por la inyección de gas, a su vez ha acelerado un proceso sismotectónico de acumulación de esfuerzos que ya existía en la zona pero que no estaba previamente caracterizado. Esto quiere decir que a raíz de estos seísmos se ha conocido una placa tectónica hasta ahora no observada.
El estudio analiza la sismicidad previa al 4 de septiembre y la sismicidad histórica. Desde 1920 hasta el 1 de septiembre de 2013 se registraron en la zona un total de 203 sismos con una magnitud máxima de 3,3. Sin embargo, desde que comenzó la inyección de gas en Castor hasta días después de la Orden Ministerial en la que se paralizaba esta actividad, se detectaron hasta 512 seísmos entre el 5 de septiembre y el 15 de octubre.
El Instituto apunta que los «episodios más críticos» del periodo estudiado se produjeron entre el 29 de septiembre y el 4 de octubre y que, a partir de entonces la actividad disminuyó «considerablemente». El estudio tiene en cuenta también los temblores percibidos por la población.
El organismo recuerda en su informe su «experiencia» en el tratamiento de la sismicidad inducida por operaciones tecnológicas sobre el terreno a partir del registro de la sismicidad producida en el año 1961, durante el primer vaciado del embalse de Camarillas (Albacete), en el que se registraron sismos con una magnitud máxima de 3,5.
Asimismo, se refiere al análisis de la sismicidad producida en el «colapso de la mina de Reocín» (Santander) el 9 de enero de 1965 y que alcanzó una magnitud de 4,1 y produjo varios heridos. Años después, el IGN estudió la actividad sísmica del embalse de Ricobayo (Zamora) en 2003 y más recientemente el primer llenado y vaciado del embalse de Itoiz (Navarra) y la ampliación del embalse de Yesa (Navarra) en 2009.