Las banderas, enseñas que distinguen naciones, instituciones y todo tipo de colectividades de otras, son un elemento de fuerte contenido simbólico y ello ocasiona a veces problemas, por la carga emotiva y sentimental que conllevan.
Esta afirmación ha vuelto a quedar contrastada, pocos días después de la polémica por la no retirada de la bandera española en la camiseta del internacional del FC Barcelona Gerard Piqué en el último encuentro oficial de la Roja.
En esta ocasión los protagonistas han sido el Ayuntamiento de Madrid, encabezado por la edil de Ahora Madrid Manuela Carmena, y el Partido Popular madrileño. Ambos se enzarzaron este pasado miércoles en una guerra de banderas a cuenta del doce de octubre, fiesta nacional.
El consistorio conmemoró la llegada de los españoles a América situando en el balcón de la Junta de Distrito de Centro la bandera wiphala, una bandera indígena de siete colores que se usa en determinadas zonas de los Andes, como símbolo de la cultura del pueblo aymará y en virtud de su relación con la naturaleza.
Este hecho no fue plato de buen gusto para determinados sectores, y el grupo municipal del PP reivindicó la bandera rojigualda, adornando con ella su balcón. Además, la presidenta regional, Cristina Cifuentes, se protegió de la lluvia durante el tradicional desfile de las fuerzas armadas con un particular paraguas que portaba los colores nacionales y el escudo constitucional.
Este episodio no es único, y en otras ocasiones hemos podido asistir a cruces de manifestaciones similares. Así, el pasado 14 de abril se vivió algo parecido en las dependencias municipales del Ajuntament de Palma, aunque en aquella ocasión los protagonistas fueron los ecosoberanistas de MÉS y la bandera republicana.
Asimismo, el pasado año asistimos a un tenso episodio en el balcón del Ajuntament de Barcelona con una 'estelada' y una bandera española.