Pedro Sánchez se esforzó durante el inicio de su discurso de investidura en mirar atrás, a 1975, año de la muerte de Francisco Franco y del inicio de la transición. La España de entonces poco tenía que ver con la actual, reconoció, pero el momento actual es tan crucial como aquel.
«En el 75 lo hicimos y ahora vamos a volver a hacerlo. Les propongo que comencemos la segunda gran transformación de nuestro país», pidió al Congreso el candidato socialista durante su primera intervención en el debate, que se prolongó por dos horas.
Sánchez propuso varias reformas de la Constitución. La primera se refiere al artículo 99, que regula el procedimiento de investidura. El candidato quiere que «nunca más» le pase a otro lo que ahora le sucede a él, que tiene la elección bloqueada por falta de votos. Por eso pidió a la Cámara reformar el artículo 99 que regula la investidura por el Congreso del presidente del Gobierno. Pretende que salga elegido quien consiga la mayoría simple. Pero el candidato socialista también quiere hacer dos reformas constitucionales más: eliminar los aforamientos y borrar el término «disminuido».
Nada de Catalunya
El gran problema político de la España actual es Catalunya. Sin embargo, Sánchez no hizo mención, pasó de largo. Sólo una referencia genérica cuando habló de «tensiones territoriales» y se preguntó: «¿Qué sentido tiene fomentar la división cuando necesitamos más unión dentro de la Unión Europea? Es ir contra la historia». A continuación habló de la Constitución y de su aplicación, «sin duda necesaria». Los partidos catalanes, asombrados, criticaron ese silencio.
Sánchez presentó su proyecto, básicamente el programa con el que se acudió a las elecciones del 28 de abril. Volvió a pedir la abstención del PP y Cs y admitió la dificultad de pactar con Podemos. «Procedemos de dos tradiciones distintas de la izquierda. Hemos hablado mucho de nuestras diferencias y no está siendo sencillo encontrar un punto de encuentro. Pero lo que tenemos por delante merece mucho la pena», aseguró el presidente del Gobierno en funciones, a lo que añadió que «nos corresponde trabajar para lograr un acuerdo». «Y lo que nos une es la promesa de la izquierda: un progreso sostenible y la distribución de ese progreso, una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales en armonía con la naturaleza».
Los desencuentros en la negociación con Unidas Podemos llevan ya tres meses, solo superados en parte por la renuncia de Pablo Iglesias a formar parte del futuro Ejecutivo. La apelación a los morados fue breve y llegó al final.
Seis ejes
Antes de eso, deteniéndose en los seis ejes sobre los que quiere basar la próxima legislatura -empleo y pensiones, revolución digital, emergencia climática, igualdad, desigualdad social y Europa y cohesión territorial-, Sánchez solo había hecho algún guiño a Podemos, como la extensión de modelos parecidos a Madrid Central en toda España, al proponer «zonas de baja emisión obligada» en las ciudades de más de 50.000 personas.
Iglesias no aplaudió. Las negociaciones siguen siendo tensas. No tanto en la parte programática, donde ambas partes anticipan que no habrá problemas en llegar a un acuerdo, como en la conformación de los equipos de Gobierno, ya que Podemos quiere más poder -vicepresidencia y ministerios- del que el PSOE, de momento, está dispuesto a ceder.