El tatuador acusado de abusar sexualmente de una mujer cuando iba a realizarle un boceto para un tatuaje que abarcaba todo el cuerpo ha negado los hechos este martes en el juicio contra él, en el que ha asegurado que «en ningún momento» sucedió nada entre ambos y ha achacado la denuncia a que ella se había «obsesionado» con él.
«He llegado a la conclusión de que se ha obsesionado conmigo», ha expresado durante el interrogatorio en la vista, celebrada en la Audiencia Provincial de Cantabria, y en la que la víctima se ha ratificado en lo dicho asegurando que el hombre «llegó demasiado lejos» sin que fuera «necesario llegar al punto donde llegó» y que los tocamientos -que según ha indicado se habían producido con anterioridad- «ya no se podían malinterpretar».
El tatuaje en cuestión, un dragón, abarcaba desde la espalda hasta las piernas pasando por las nalgas y requería que la chica se desnudase por completo y permaneciera primero de pie para tomar las medidas y luego tumbada para plasmar el diseño.
El profesional, que lleva más de tres décadas en el oficio y ha realizado un centenar de tatuajes de este estilo -tradicional japonés-, se enfrenta a cinco años de cárcel que pide el fiscal por tocarle los genitales e introducirle dos dedos en la vagina.
La acusación pública también reclama tres años de alejamiento y prohibición de comunicar con la mujer y cinco de libertad vigilada, en tanto que la particular interesa ocho de prisión, otros tantos de libertad vigilada y nueve de alejamiento y prohibición de comunicar con la víctima, además de una indemnización de 12.500 euros. La defensa solicita la libre absolución.
PROFESOR Y APRENDIZ
La denunciante ha explicado durante su declaración, ante la Sala de la Sección Primera de la Audiencia cántabra, que mantenía una relación «cordial» con el procesado. Él era su profesor de tatuaje y ella, su aprendiz, de ahí que fuera por su estudio, aunque ha precisado que iba «raramente» pues en su opinión él no era «responsable» con las clases.
«Me llamaba cuando le apetecía», ha comentado ella, que acudía al local porque su «única preocupación» era que le enseñase a tatuar y porque encontrar a un tatuador dispuesto a tener un aprendiz «es como ganar la lotería».
En cualquier caso, y sobre los hechos en sí, ha señalado que el hombre le ofreció hacerle el tatuaje porque quería «tener un lienzo en blanco», algo que a ella le pareció bien porque le apetecía tatuarse. Y además, «sentía que se lo debía» toda vez que él la estaba enseñando el oficio.
De este modo, un día le mostró un diseño «bastante grande» que abarcaba desde el hombro hasta el trasero y aunque en esa época el enjuiciado estaba trabajando en otro estudio porque el suyo estaba en obras, al final fueron a su local, sobre las nueve de la noche, y en el que estuvieron «solos todo el momento».
Para llevar a cabo el boceto, ella se tuvo que desnudar y permanecer primero de pie -para la toma de medidas- y luego tumbada sobre una camilla boca abajo. A este respecto, y a preguntas de las partes, la víctima ha indicado que el tatuador puede «tocar algunas zonas», pero para apoyarse o dibujar mejor.
IMAGINACIONES Y MALINTERPRETACIONES
Ha añadido que lo que sucedió ese día había «ocurrido con anterioridad», cuando realizaba en ella bocetos para otros clientes, pero optó por pensar que eran «imaginaciones» suyas y que él la tocaba porque «era más cómodo» para hacer su trabajo.
Así, esa vez consideró que era lo mismo, «hasta que (él) llegó demasiado lejos» y se dio cuenta de que no eran «imaginaciones» suyas, pues no era «necesario llegar al punto donde llegó». Se sintió «incómoda» porque «los tocamientos ya no se podían malinterpretar».
«Me sobresalté y bloqueé: no sabía qué hacer», ha expresado, para apuntar después que se levantó de la camilla, se visitó y se fue del establecimiento. Tras estar «dando vueltas por el barrio», regresó con la intención de recuperar cosas suyas del local, pero él se había ido.
Al cabo de unos minutos, y según la versión de la joven, él la llamó para decirle que lo «sentía» y que había sido una «malinterpretación».
La chica, que esa misma madrugada denunció los hechos en comisaría, en compañía de un amigo y tras encontrarse con una patrulla policial a la que comentó lo sucedido, ha detallado que el tatuador no usó guantes por lo que tenía las manos de tinta, que luego salió de su vagina, quedando pigmentos en un salvaslip.
La víctima, que entonces tenía pareja, ha manifestado que este hecho ha «alterado y cambiado» su vida, en el sentido de que ha «empeorado» de la depresión que padecía, por la que precisa medicación y le «cuesta mucho salir a la calle». «Hoy he salido tras un mes encerrada en casa», ha expresado.
OBSESIÓN
Por su parte, el acusado -que ha negado el abuso sexual- ha explicado que conocía a la denunciante desde hacía varios años, cuando ella contactó con él para aprender a tatuar, y ha destacado que se llevaban «bien». «No ha habido nunca nada», ha zanjado respecto a la relación entre ambos.
Ha detallado que la joven iba «de vez en cuando» por su estudio, por «temporadas», pues a veces no podía por «problemas de salud» («depresivos», ha especificado). Ha añadido que la iniciativa de ir era de ella, pues era «la interesada» en aprender y que él «nunca» contactaba con la denunciante.
En cualquier caso, sobre el tatuaje en cuestión, el hombre -que trabaja con su mujer y más tatuadores- ha indicado que ella quería hacérselo y que fueron a su local después de haber estado él en otro estudio porque la víctima así se lo pidió, pese a las obras, argumentando que allí se sentía «más cómoda».
Ha explicado que el boceto requería que se desnudara por completo pero no tocar la vagina, asegurando que «en ningún momento» le introdujo los dedos.
Según ha especificado, comenzó a cogerle las medidas de pie y que luego la chica se tumbó porque es lo habitual, para evitar cansancio o mareos por mantenerse sin moverse en una posición rígida, y ha afirmado que usó guantes.
De acuerdo con la versión del acusado, la joven le manifestó que se encontraba «mal» -que no «incómoda»- tras lo cual se levantó, se vistió y se fue, sin darle «ninguna» explicación más, por lo que él pensó que se había mareado.
Y ha negado que se disculpara después, pues a su juicio no «sentía» que «tuviera que pedir perdón por nada».
Para finalizar, ha apuntado que lo ocurrido le ha «afectado» y que incluso ha tomado medidas en su estudio cuando tiene que tatuar a chicas, como que esté su mujer delante. Y los dos han llegado a la «conclusión» de que la denunciante «se había obsesionado» con él.
PIGMENTOS
En la vista también ha declarado como testigo una clienta que ha manifestado que se sintió «muy cómoda» cuando se hizo un tatuaje en su estudio y que fue «todo perfecto».
En cuanto a la pericial, los forenses que examinaron a la víctima después de lo ocurrido han señalado que estaba «normal» y «seria».
Y los facultativos que recogieron muestras han corroborado que hallaron en el salvaslip pigmentos que se emplean para dar color a tintas, aunque no han podido precisar a través de qué medio se transfirieron, sin descartar que fuera mediante una mano manchada. También encontraron tinta diluida en fluidos biológicos.
Practicada toda la prueba, las partes han elevado a definitivas sus conclusiones y el juicio ha quedado visto para sentencia.