La leucopenia es la disminución en sangre de la cantidad de leucocitos, conocidos popularmente como glóbulos blancos, las células encargadas de combatir infecciones. Los leucocitos están formados por diferentes tipos, neutrófilos, monocitos, eosinófilos, basófilos y linfocitos, y son generados en la médula ósea. Las personas adultas tienen alrededor de 7.500 por milímetro cúbico de sangre (entre 4.500 y 11.000). Si el recuento total de estos leucocitos es inferior a 4.500 /mL, estaríamos hablando de leucopenia y nuestro organismo quedaría más expuesto y debilitado ante infecciones.
Hay distintos tipos de leucopenia en función de los tipos de glóbulos blancos afectados. Así, hablaríamos de neutropenia cuando el recuento de neutrófilos es menor de 500; linfocitopenia si el recuento de linfocitos es menor a 1.000; monocitopenia cuando el recuento de monocitos es menor a 150 por milímetro cúbico de sangre; eosinopenia si tenemos menos de 50 eosinófilos por milímetro cúbico de sangre; y de basopenia si encuentran menos de 20 basófilos por milímetro cúbico de sangre.
Detectarla es fácil, pues basta con realizar un análisis de sangre, pero para diagnosticarla, hay que tener en cuenta otros factores, como la edad, antecedentes, medicamentos que toma o procesos infecciosos recientes.
La baja producción de glóbulos blancos puede estar provocada por múltiples causas, aunque las más comunes son una afectación de la médula ósea -como el síndrome de Kostmann o neutropenia severa congénita- o una afectación de la sangre periférica. Además, también pueden producir leucopenia:
•Los tratamientos contra el cáncer, como la quimio y la radioterapia.
•Déficits nutricionales, como falta de vitamina B12 o folatos, proteínas o minerales.
•Infecciones graves.
•Enfermedades del sistema inmune, como el lupus.
•Consumo de algunos fármacos, como antibióticos o antihistamínicos.
•Consumo de tóxicos.
•Insuficiencia hepática.
•Estrés físico o emocional.
Antes de detectarla a través de una analítica, la presencia de algunos síntomas puede alertarnos de ella, como son debilidad, cansancio y fatiga, infecciones frecuentes, malestar general, dolores de cabeza, fiebre o la inflamación de los ganglios linfáticos.
El tratamiento de la leucopenia dependerá de la causa subyacente que la provoca y de la gravedad de esta, y para encontrarla a veces hará falta pruebas específicas, como una punción aspiración de la médula del hueso o estudios radiológicos. Una vez determinada la causa, se aplicará el tratamiento adecuado en cada caso, pues la leucopenia a menudo es un síntoma de otra patología.
En algunos casos, se administrarán medicamentos específicos para estimular la médula ósea a producir leucocitos como filgrastim o el pegfilgrastim, en otros esteroides y en otros bastara con recetar suplementos vitamínicos, sobre todo vitaminas del grupo B, que favorecen el funcionamiento de la médula ósea y la producción de más células sanguíneas.
Si no tenemos ninguna enfermedad subyacente ni tomamos medicamentos que favorezcan la aparición de leucopenia, lo mejor que podemos hacer para estimular el buen funcionamiento de la médica ósea es llevar un estilo de vida saludable. Para ello, podemos:
•Evitar tóxicos.
•Hacer ejercicio a diario
•Dormir al menos siete horas
•Evitar el estrés
•Llevar una buena higiene para prevenir infecciones ya sea a través de un lavado de manos frecuente, una buena higiene bucal, evitando exponernos a personas enfermas…
•Llevar una dieta rica y saludable, en la que no falten, sobre todo, el ácido fólico (verduras de hoja verde) y vitaminas del grupo B (frutas, legumbres, pescados, frutos secos…)