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¿Por qué hay personas que disfrutan del miedo y otras no lo soportan?: así funciona el cerebro y este es el por qué

Niño asustado | Foto: Pixabay

| Ibiza |

Durante estas fechas, es habitual que muchas personas se diviertan con películas de terror, casas encantadas y juegos que generan miedo. Sin embargo, otras evitan cualquier situación que les provoque ansiedad o acelere su pulso. Según recoge Infosalus, el psicólogo clínico Manuel Oliva Real, del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, explica que el miedo es una respuesta adaptativa y esencial para la supervivencia, aunque su intensidad depende de factores como la genética, la educación recibida y las experiencias personales.

Según Oliva, «hay personas más sensibles que activan su sistema de alerta con mayor facilidad», lo que puede hacer que un miedo normal derive en una reacción desproporcionada o incluso en fobias. Explica que el miedo se desencadena ante una situación de peligro real o percibida y activa al organismo preparándolo para actuar de forma defensiva: huir, luchar o protegerse. Esta respuesta conlleva cambios fisiológicos, cognitivos y de conducta, que desaparecen cuando la amenaza termina.

En una entrevista concedida a Europa Press Salud Infosalus, el psicólogo señala que «el miedo es necesario y adaptativo si aparece ante un peligro real». Las diferencias entre personas responden a diversos factores, donde la genética, las vivencias y la educación tienen un peso importante. Así, los individuos con mayor predisposición genética pueden experimentar miedo de manera más intensa. Además, la educación sobreprotectora o excesivamente exigente puede dificultar el aprendizaje de estrategias adecuadas para afrontar las amenazas, haciendo que el miedo se potencie y se prolongue más allá de lo adaptativo.

Este especialista distingue entre miedos evolutivos, típicos en la infancia, y miedos que se vuelven patológicos. «Los niños suelen sentir miedo a la oscuridad, a los extraños o al abandono, que son normales y temporales», explica. No obstante, cuando estas emociones se mantienen o se intensifican debido a un entorno excesivamente protector o experiencias negativas mal gestionadas, pueden confundirse con miedos irracionales o fóbicos.

Manuel Oliva Real destaca que «algunas personas disfrutan con experiencias que generan miedo, mientras otras las evitan completamente». Esta resistencia o disfrute depende de la predisposición genética, el historial personal y los recursos para afrontar el miedo. Los modelos educativos basados en la sobreprotección suelen favorecer conductas de evitación frente a situaciones interpretadas erróneamente como peligrosas.

Respecto al umbral entre el miedo adaptativo y el problema, señala que «el miedo es normal y desaparece una vez resuelta la amenaza». El problema surge cuando este estado se prolonga o condiciona la vida cotidiana y se experimenta ante situaciones que no representan peligro real. Entonces, la persona puede anticipar riesgos y adoptar conductas de escape o evitación «y ahí hablaríamos de miedo fóbico».

Sobre la gestión del miedo, el experto subraya que es posible aprender estrategias para manejarlo. «Es fundamental identificar qué factores desencadenan la respuesta» y a partir de ahí trabajar en técnicas a nivel fisiológico, cognitivo y conductual. Entre estas, la relajación, el mindfulness, la respiración controlada y la exposición gradual a las situaciones temidas forman parte de los recursos que ayudan a reducir la alerta física.

En el plano cognitivo, se busca que la persona reinterpretar el significado de las situaciones que provocan miedo, minimizando las anticipaciones negativas y fomentando la tolerancia a la incertidumbre. A nivel conductual, se trabajan técnicas para reducir la evitación y favorecer un afrontamiento adaptativo y seguro.

Finalmente, Oliva señala que el miedo también se transmite socialmente y que «los menores pueden adquirir miedos a través de contenidos inapropiados a su edad o experiencias traumáticas indirectas». En personas con predisposición genética y sin herramientas de afrontamiento adecuadas, estas situaciones pueden derivar en respuestas de miedo desadaptativas.

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