De la lectura rápida del artículo de referencia, se queda uno con la impresión de que la posibilidad de que el Consell pueda limitar y prohibir la música en espacios abiertos, arranca con una solicitud unánime del Ayuntamiento de Sant Antoni. Cuando lo que solicita Sant Antoni es «regular», no prohibir los Beach Clubs. Puede que otros colectivos SI promuevan la prohibición.
Regular, puede referirse al volumen de inmisión de la música y sus posibles medidas de protección al exterior mediante pantallas acústicas, etc. Puede referirse al horario; al ser un ocio diurno podría interpretarse que debe terminar precisamente con el día. Cogiendo de referencia pues el más largo del año, una hora prudencial de cierra podría ser las 22,30. Los asistentes a esta fiesta dispondrían de tiempo suficiente para seguir su noche en restaurantes, bares de copas, discotecas, etc.
Toda vez, de las informaciones recogidas en los mentideros de algún sector empresarial y del mundo de la noche, parece que hay un movimiento muy bien organizado y financiado que tiene por objetivo hacer prohibir radicalmente la música al aire libre; entiéndase: prohibir los beach clubs, las amenizaciones en cualquier terraza (bares restaurantes hoteles, etc); presupongo que también la música de las puestas de sol.
El Asunto es de tal trascendencia para el futuro del turismo que tenemos; si, el que tenemos; el que se ha ido perfilando y consolidando con los años bajo la marca Ibiza, reconocida en todo el mundo. Participando de esta fama y en armonía con una naturaleza única, ocupa un lugar prominente la oferta complementaria. Una oferta complementaria diversa y extraordinaria, hoy por hoy, sin parangón en todo el mundo. Dentro de dicha oferta merecen un lugar destacado las fiestas que organizan los llamados popularmente beach clubs (mas allá del tecnicismo que se utilice para definir la actividad).
Pero lo que se pretende prohibir, apuntando a los beach clubs, puede provocar daños colaterales irremediables. La música que ameniza todas las terrazas de la isla, sea cual sea la especialidad del negocio, forma parte intrínseca del “Ibiza style of life”. No se concibe Ibiza sin música.
¿Es esto lo que quiere el Consell?
¿Puede permitirse la economía de Ibiza dar un volantazo de tal magnitud? Al poner sobre la mesa un asunto de tal calado para el futuro de la imagen de nuestra Isla ¿Se han preguntado siquiera, si otros destinos turísticos, competidores directos nuestros, podrían dar cobijo a aquellas fórmulas de negocio que, después de haber creado prosperidad y prestigio internacional, estamos a punto de desechar?
Ya conocemos a través de artículos de opinión publicados en la prensa local, lo que piensan los apóstoles de la utopía sobre la «recuperación de la Ibiza de antes». Obvian poner en el otro platillo de la balanza el inmenso riesgo de modificar, en medio de una crisis como la que nos afecta en este momento, unas reglas de juego que, de momento, no aportarían más que confusión, difuminación de la marca Ibiza y, de forma inmediata, una gran pérdida de turistas de elevado poder adquisitivo. El turismo «de familia» tardaría mucho tiempo en compensar estas pérdidas.
A dichos defensores del retorno al pasado, habría que recordarles lo que éramos, antes del maná del turismo. Podemos retroceder hasta 70 años si quieren. Un sector primario, mayoritariamente de secano, con poca capacidad exportadora; muy poca industria, en resumen, una economía llamada “en clave” (no produce más empleos ni riqueza que la propia manipulación de la producción). Solo la llegada del dinero del exterior gracias al fenómeno del turismo, abriendo todas las oportunidades imaginables y cuyos emprendedores ibicencos supieron aprovechar, permitió transformar el modelo económico anterior, creando riqueza y prosperidad para toda la sociedad. Hoy en día, lo construido por aquellos pioneros suele estar dirigidos por sus nietos.
Es cierto que en el camino se han producido excesos y desequilibrios sociales. Debe ser misión prioritaria de todas las instituciones políticas, mejorar constantemente lo que tenemos, pero deben hacerlo con prudencia, escuchando previamente todos los sectores afectados. Deben ser realistas y no dejarse influenciar por «ensoñaciones» imposibles. La demagogia, las opiniones interesadas y la economía casan muy mal.
Suya,