Qué inesperado, qué rápido y qué injusto. Qué gran vacío nos has dejado. Te has ido demasiado pronto, Kike. Sin ruido, sin lamentos, sin darnos la oportunidad a los que te queremos de llorar a tu lado por la injusta crueldad que engendrabas, sin dejarnos sentir un poco de compasión. Te fuiste tan elegante como viviste. Tan alto, tan guapo, tan truhan como señor, tan alegre, tan leal, amigo de sus amigos hasta el final. «Solo hay una cosa que le decimos a la muerte: not today».
Nunca es buen momento para morir, el tuyo no era este, no tan pronto, no tan joven, no con ese porte de Zeus y esa alma de Dionisio. Y, ¿ahora qué? Cómo seguimos aquí sin tu voz, tus animadas conversaciones después de una buena paella frente al mar, tu sonrisa contagiosa, tus acertados consejos mientras las olas del mar nos mecían en tantas aventuras. Quén me acompaña ahora en mis pesadillas, quién vencerá conmigo a los demonios. «Solo hay una cosa que le decimos a la muerte: not today».
Kike, amigo, hermano, te vamos a echar muchísimo de menos. Todavía no nos hacemos a la idea de tu marcha. Dejas aquí tantas cosas sin acabar, tanto dolor. Sí, no era hoy, no era todavía.