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Dos años de Rafa Triguero: Ibiza se despierta, pero aún no se reconoce

| Ibiza |

Han pasado ya dos años desde que Rafa Triguero asumiera la alcaldía de Eivissa, y es momento de hacer balance sin consignas ni partidismos, con la mirada puesta en lo que importa: la ciudad y su gente. Porque Ibiza necesitaba liderazgo, decisión y una hoja de ruta clara. Y aunque la gestión de Triguero ha traído aire fresco en muchos frentes, el balance sigue siendo agridulce. Se han movido muchas cosas, sí, pero la Ibiza que se despierta todavía no se termina de reconocer a sí misma.

En el plano de la vivienda, el gran caballo de batalla, el alcalde ha sido el primero en décadas en plantear un plan estructurado y cuantificable: 997 viviendas asequibles en marcha o proyectadas. Se han cedido terrenos, reactivado promociones paralizadas y reconvertido locales en pisos. A nivel institucional, el enfoque ha sido ambicioso, incluso innovador. Pero el resultado sobre el terreno aún es limitado. Las listas del IBAVI siguen repletas y la desesperación por encontrar un alquiler digno continúa marcando la vida de demasiados ibicencos.

Triguero ha querido demostrar que se puede bajar impuestos y aumentar el gasto social. En los presupuestos de 2025, el IBI residencial ha bajado por segundo año consecutivo y las partidas de Bienestar Social han subido un 13,86%. También se ha destinado un 39% más a limpieza, una de las quejas históricas del municipio. Esta política de «aliviar al contribuyente y reforzar los servicios» suena bien, pero despierta legítimas preguntas sobre su sostenibilidad a medio plazo. Ibiza no vive en el vacío: los ciclos económicos no siempre acompañan.

En cuanto a la transformación urbana, es justo reconocer que la ciudad se está moviendo. La reforma de la avenida de España, los nuevos aparcamientos en Sa Real y el Recinto Ferial, o la rehabilitación del paseo marítimo muestran una voluntad de modernizar y conectar espacios que llevaban años esperando atención. No son obras cosméticas, sino decisiones que pueden reconfigurar la movilidad y el uso del espacio público.

En el ámbito cultural y patrimonial, Triguero ha acertado al devolver protagonismo a la historia y la identidad de la ciudad. Museos municipales gratuitos, el aniversario de la declaración de Patrimonio de la Humanidad, y nuevas infraestructuras como la conversión de Sa Peixateria en espacio cultural. Es una línea de trabajo que, si se sostiene, puede equilibrar la imagen internacional de Ibiza más allá del ocio nocturno. Ahora bien, no todo son luces. El retraso en la finalización de las obras del Parador Nacional por un error de gestión municipal ha sido un varapalo importante. Ibiza no se puede permitir perder oportunidades estratégicas como esa. Tampoco ha terminado de despegar un plan claro contra la estacionalidad ni una apuesta firme por políticas medioambientales estructurales, más allá del control de fondeos o las campañas puntuales de limpieza.

Dos años después, es evidente que Rafa Triguero ha impuesto un ritmo, una agenda y una visión que rompen con la parálisis de etapas anteriores. Pero falta todavía profundidad, planificación a largo plazo y, sobre todo, traducir el discurso transformador en resultados tangibles para el ciudadano medio. La Ibiza que se intuye en sus discursos aún no es del todo visible en las calles, en los barrios ni en el día a día.

La pregunta que queda en el aire es si Triguero podrá pasar de ser un alcalde de proyectos a ser un alcalde de ciudad. Porque transformar Ibiza no es solo construir más, invertir más o limpiar más. Es conseguir que quien vive aquí pueda hacerlo con dignidad, y que quien visita, entienda que pisa una ciudad con alma, no solo un destino con marca.

Y eso, de momento, aún está por hacer.

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