La intervención del president del Govern, José Ramón Bauzá, en el acto central del Dia de les Illes Balears –el último de la presente legislatura– era el marco idóneo para presentar su análisis personal sobre la situación en la que se encuentra la Comunitat Autònoma, más cuando faltan pocos meses para que finalice su mandato y los ciudadanos decidan quienes serán sus representantes durante los próximos años. Sin embargo, Bauzá ha optado por ofrecer una mera descripción, siempre acrítica, de su gestión ante los ciudadanos, aferrándose a la mejora de las expectativas económicas como escudo frente a los problemas que afectan al conjunto de la sociedad balear.
Lamento tardío. Cuando todos los sondeos reflejan un clima social muy diferente frente a la política y sus protagonistas, el president Bauzá confiesa el cortoplacismo en la gestión, la parálisis ante la injusticia y el ensimismamiento de quienes ocupan cargos institucionales. Un autoexamen demasiado benévolo, complaciente y tardío, de quién ha dispuesto de los mecanismos para suavizar los efectos más nefastos de la crisis en los más débiles, de quién ha cumplido casi milimétricamente las instrucciones de recortes en áreas tan sensibles como la educación, la sanidad o la asistencia social. El diálogo y el consenso no han figurado en el vocabulario político del president.
Vitalidad social. El mérito de que Balears sobreviva a esta crisis corresponde, como bien apunta el president Bauzá, al conjunto de la sociedad, a sus ciudadanos que han dado muestras de solidaridad con los más débiles por medio de organizaciones no oficiales y aportaciones individuales que son dignas del reconocimiento público. El Dia de les Illes Balears es un buen momento para reivindicar el papel de una sociedad capaz de seguir adelante con independencia del poder político, dispuesta a priorizar la atención de aquellos sectores más necesitados. Esta puede ser la gran lección de estos años.