La designación de Esperanza Aguirre como candidata a la Alcaldía de Madrid se ha convertido en un episodio más de la guerra interna que libra con el presidente nacional del Partido Popular, Mariano Rajoy, para hacerse con el liderazgo de los conservadores. Hasta el momento, la política ha logrado imponer sus condiciones a la dirección estatal, en especial a la secretaria general, María Dolores de Cospedal, aunque su apuesta de este próximo mes de mayo es a cara o cruz.
Una política carismática. Aguirre es consciente de su enorme tirón electoral, cimentado por su victoria previa a la Comunidad y su participación en el Ayuntamiento de la capital. Se trata pues de una circunscripción que conoce bien y es emblemática por su gran proyección estatal. Lo que ocurre en Madrid trasciende al resto del país. Rajoy ha optado por el valor seguro de Aguirre, cuya retirada de la primera línea de la política se ha demostrado como un simple movimiento táctico. Es la candidata mejor posicionada ante el electorado madrileño, que no le tiene en cuenta aspectos oscuros de su carrera institucional: los colaboradores más directos suyos en la Asamblea de Madrid han cesado por estar implicados en graves problemas de corrupción. A pesar de todo, ella continúa.
División interna. El compromiso, al parecer, que ha adquirido Esperanza Aguirre ante la cúpula del PP es abandonar la presidencia de la formación en Madrid si alcanza la Alcaldía. Ante esta hipótesis se abre la posibilidad de que el siguiente paso sea arrebatar a Mariano Rajoy el liderazgo del PP si éste no revalida su triunfo en los comicios generales, un movimiento nada descartable si se tienen en cuenta los apoyos internos de que dispone; el primero, del expresidente José María Aznar. El PP y Rajoy se juegan mucho de su futuro en las elecciones locales de Madrid.