El atentado yhadista de Túnez ha llenado de preocupación al sector turístico. De hecho, hay importantes inversiones baleares en ese país y es lógico que los empresarios se hayan puesto en estado de alerta. Pero es fundamental hacer una llamada a la calma. Los tres fanáticos de Túnez intentaron entrar en el Parlamento y sólo al no lograrlo atacaron a turistas en un edificio vecino, el Museo del Bardo. Sin embargo, junto a la irreparable y dolorosísima pérdida de vidas inocentes, el golpe de imagen ya está dado. Sin duda producirá importantes anulaciones de reservas en Túnez.
Un destino seguro. Uno de los grandes activos de la oferta turística balear es la seguridad en todos los órdenes que abarca este amplio concepto: policial, jurídica, sanitaria, aeroportuaria y en demás servicios, tanto públicos como privados. El desarrollo turístico del Archipiélago se ha producido durante muchas décadas en una situación casi siempre de absoluta calma mientras otros potenciales competidores, como el norte de África, Turquía o la antigua Yugoslavia, han padecido y aún sufren una negra lista de desastres. Pero no hay que bajar la guardia. El turismo es la industria de la paz. Otros sectores productivos pueden seguir adelante entre conflictos. El turismo, no. Se marchita como una flor cuando el odio vence a la concordia. Por eso es fundamental mantener esta imagen de seguridad prácticamente absoluta, un valor cada vez más importante en los convulsos tiempos actuales.
Derrotar al fanatismo. Una sociedad democrática tiene el deber de aportar todos los esfuerzos posibles para arrinconar al fanatismo. Desde la libertad, la tolerancia y el respeto a los credos y religiones, no hay que bajar la guardia. Es preciso incrementar cuantas medidas de vigilancia y control estén en manos de los poderes públicos. La prevención es esencial, hasta hacer casi imposible que grupos de fanáticos puedan armarse hasta los dientes y conseguir uniformes falsos. En Balears, con mucho esfuerzo, es posible reducir los riesgos al mínimo.