Francina Armengol pronuncia hoy su discurso de investidura, paso previo a ser proclamada mañana primera mujer presidenta de las Balears. Tiene ante sí un panorama complejo porque el tejido productivo aún no ha conseguido salir de la crisis económica y porque tantos años de sufrimiento han inyectado grandes dosis de pesimismo en el cuerpo social. Encabezará un Executiu al que dan apoyo tres formaciones, hecho que la obligará a dialogar constantemente y a poner el interés general por encima de partidismos. Debe ser la presidenta del sentido común.
Hartazgo de mesianismos. La sociedad balear ha dado por primera vez la mayoría absoluta a partidos de izquierda, dividiendo notablemente el voto entre ellos porque era evidente el hartazgo de lo que aconteció en la pasada legislatura. Balears ha pagado muy caro darle todo el poder a un solo hombre. Las consecuencias de esta decisión han sido crispación, desasosiego y enfrentamientos, primero desde fuera del PP y después dentro del propio partido de Bauzá. El vuelco político del 24-M es la prueba de que Balears cuenta con una sociedad civil fuerte e inteligente, capaz de eliminar un régimen cesarista de un plumazo. Esa es la lección para Armengol. Cada uno de los pasos de la líder inquera ha de estar medido y pactado. Ahí radica la clave de su presidencia.
Deshacer y construir. Es evidente que Armengol ha de iniciar su singladura arreglando los desaguisados y caprichos de Bauzá, comenzando por la derogación del guerracivilista TIL y devolver la tarjeta sanitaria a los inmigrantes a los que les fue retirada. Pero esa fase de desmonte de las obsesiones de Bauzá es sólo una pequeña parte de la ardua tarea que le aguarda. La nueva presidenta está obligada a poner las bases de una sociedad más libre, más culta, más abierta y capaz de recuperar su capacidad de inversión y creación de empleo. Es un trabajo enorme. Significa no sólo dialogar con Més y con Podemos. Supone hacerlo con todos, con la mirada puesta en el futuro.