La presidenta del Govern, Francina Armengol, ha planteado la posibilidad de que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, haga un hueco en su agenda aprovechando el tradicional despacho con el Rey en el Palau de Marivent. La petición de Armengol trata de forzar una respuesta a la solicitud de un encuentro que le remitió al inquilino de la Moncloa cuando accedió al cargo de máxima responsable de la Comunitat Autònoma, un modo de abordar de manera directa los graves problemas que en materia de financiación tiene Balears y que al final repercuten en la calidad de los servicios públicos que reciben los ciudadanos.
Respeto institucional. La actitud de la Presidencia del Gobierno ante la demanda de la presidenta Armengol es un fiel reflejo de cómo se entiende en Madrid que deben ser las relaciones, políticas e institucionales, entre la Administración central y las comunidades en un Estado descentralizado. Subyace en el silencio de la Moncloa una clara voluntad de subordinación de la periferia respecto a Madrid, una actitud que en nada favorece al diálogo y respeto institucional y, lo que todavía es más grave, abona las tesis de quienes cuestionan la conveniencia de mantener la cohesión nacional. Al margen de las discrepancias ideológicas que puedan existir, Armengol es la representante de Balears y merece ser escuchada. El no querer atenderla es un desaire al conjunto de los ciudadanos de las Islas.
Reflejos a prueba. El próximo viernes se podrá comprobar si Rajoy ha entendido el mensaje de Armengol y es capaz de encontrar un momento para mantener una reunión, el desaire no puede tener cabida en el inicio de una relación inevitable entre ambos gobiernos que tienen, como no puede ser de otro modo, la atención de los ciudadanos como su máxima prioridad. Balears tiene mucho de que hablar con Madrid, demasiados los temas que esperan, desde hace décadas, una solución. La sorpresa será que lo entiendan.