El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, afronta mañana una delicada reunión del comité federal de su partido, un encuentro al que pretende llegar con una posición consensuada con los barones territorial, con los que tiene previsto mantener hoy una reunión informal. La cuestión es marcar los límites, las líneas rojas, de la eventual negociación con el resto de las fuerzas políticas –Podemos y nacionalistas– para conformar una mayoría en el Congreso en el supuesto más que probable de que Mariano Rajoy no logre formar Gobierno. La cuestión catalana, y en concreto la convocatoria de una consulta secesionista, es el exigencia inaceptable para los socialistas y que tanto Podemos como otras fuerzas indispensables, como ERC o Democràcia i Llibertat, ponen como primera condición para el acuerdo.
Punto de partida. Los plazos para llegar a un acuerdo serán largos y, de momento, todavía se está ante una primera toma de contacto. De puesta en escena ante una negociación que será compleja, muy compleja y prolongada en el tiempo. De hecho, el PSOE y Pedro Sánchez deben esperar al fracaso del PP y Mariano Rajoy para activar sus contactos, pero las fuerzas progresistas no quieren desaprovechar la ocasión de desalojar a los conservadores de La Moncloa. Los grupos que defienden el soberanismo en Catalunya tiene en Podemos, y el conglomerado de formaciones que aglutina, su principal aliado para forzar los cambios constitucionales necesarios que hagan factible el referendum independentista que reclaman. Muchos barones socialistas ven inaceptable esta condición, aunque ello suponga renunciar al Gobierno. Unos y otros deberán flexibilizar sus posturas.
El dilema de Sánchez. Sánchez adelanta que no cederá a las peticiones de Podemos y los soberanistas catalanes, pero en el propio PSOE también hay sectores que ven necesario un encaje específico de Catalunya con España y eso obliga a modificar la Constitución. Difícil equilibrio para el secretario general.