La barbarie terrorista volvió a golpear con dureza a Francia, en este caso durante la celebración de la fiesta nacional en Niza, cuando un camión arrolló a los espectadores que contemplaban los fuegos artificiales que daban por finalizada la jornada festiva en el paseo marítimo de Niza. No es exagerado hablar de auténtica masacre: 84 personas fallecidas, de las que una decena eran niños y adolescentes, y alrededor de doscientas heridas de diversa consideración, aunque con 52 que los médicos consideran en situació crítica. La zigazeante trayectoria del vehículo que conducía un francotunecino multiplicó el efecto mortal de una acción que todavía no ha reivindicado ninguna organización, pero que los expertos policiales sitúan en el entorno del islamismo radical.
Contención y firmeza. Niza volvió a dar una lección de solidaridad con las víctimas de la barbarie, los vecinos de la capital de la Costa Azul respondieron con serenidad ante la violencia yihadista a la espera de que las medidas antiterroristas de Francia logren dar resultado. No es sencillo. Los primeros indicios apuntan a la acción de un lobo solitario, un individuo que actuó desconectado de los grupos terroristas y con total desprecio por su vida. El fenómeno está golpeando ya a varios países occidentales –España no es, por desgracia, una excepción– ante el desconcierto de los servicios de seguridad e inteligencia. Las fórmulas más despiadadas del ISIS se aplican con eficacia en el mismísimo corazón de Europa, que debe responder con unidad y coordinación para frenar esta escalada infernal.
Máxima alerta. España, y por tanto Balears, no es inmune a esta nueva dinámica del terror y por ello es preciso activar todos los mecanismos de alerta y control para que el yihadismo más radical no encuentre ninguna fisura para actuar. La actual unidad política de los partidos españoles que se ha manifestado en relación con el atentado en Niza debería ser, también, garantía de eficacia en el futuro.