La delicada situación en la que se encuentra el PSOE tras el enfrentamiento visualizado en el Comité Federal del pasado sábado, que se saldó con la dimisión del secretario general, Pedro Sánchez, deberá tener sus lógicas consecuencias. Las tesis del PSIB –coincidentes con las que defendía Sánchez y su equipo– salieron derrotadas, aunque uno de sus más significados dirigentes, el senador Francesc Antich, se ha incorporado a la gestora que dirigirá el partido hasta la celebración del próximo congreso extraordinario. Todo lo ocurrido no sólo debilita la estructuras estatales del PSOE; el efecto también alcanza a sus organizaciones regionales y Balears ha sido durante el conflicto una de las más significadas.
Muchas incertidumbres. La inmediatez del desastre impide adivinar el rumbo que tomará el PSOE en los próximos meses, pero la magnitud del cataclismo traslada a la dirección del PSIB –con Francina Armengol a la cabeza– la necesidad de resolver un dilema estratégico: sumarse a la corriente mayoritaria –partidaria de evitar a toda costa unas nuevas elecciones y en consecuencia facilitar un Gobierno del PP– o, por el contrario, mantener un perfil diferenciado de rechazo frontal al PP, en la misma línea que mantiene el socialismo catalán. Ambas fórmulas plantean serios inconvenientes para el futuro político del socialismo balear y sus dirigentes, cuyos efectos institucionales no se pueden descartar a medio plazo. Así ya lo ha insinuado uno de los socios del Pacte, Podemos.
Plazos y militancia. Armengol insiste en que deben ser los militantes los que marquen el sentido del voto del PSOE en la investidura de Rajoy, pero el bloqueo de Pedro Sánchez apenas deja margen para debatir la propuesta y convocar la consulta. El problema de fondo y real es que la posición que defiende la secretaria general del PSIB y presidenta de Balears no es viable en el PSOE actual, en la medida que cualquier pacto de investidura obliga a un entendimiento con los independentistas catalanes; un precio que no se está en condiciones de pagar.