El Parlament es la principal institución de Balears. Del Parlament emanan todo el resto de instituciones autonómicas y es fundamental para el desarrollo democrático de Balears. Sin embargo, en las últimas semanas el Parlament se ha convertido en un lugar donde no existe el más puro sentido de responsabilidad, con una presidenta suspendida de militancia por su propio partido, que se resiste a abandonar el cargo, y unos partidos de gobierno que no son conscientes de que con la imagen de la Cámara balear no se puede jugar.
Muy mala imagen. La situación del Parlament es de crisis total y absoluta. La presidenta de la Cámara, Xelo Huertas, está a un paso de ser expulsada de Podemos y ello implicaría, teóricamente, que tendría que dejar la presidencia del Parlament. Tampoco los juristas se ponen muy de acuerdo si el actual Reglamento obligaría a Huertas a dejar su cargo, si bien abandonar el escaño es una decisión personal. Y no parece que lo deje. El problema es que la imagen de la presidencia está a la altura del betún. Y no solo es culpa de Xelo Huertas, que estuvo muy desafortunada al decir que presidir la Cámara no era el cargo que más ilusión le hacía. Presidir el Parlament es uno de los mayores honores que puede ostentar un político en esta tierra.
El debate. La muestra del deterioro de la imagen del Parlament se produjo ayer en el pleno de cada martes. Casi todas las preguntas de la oposición iban dirigidas sobre esta polémica, sin que la presidenta del Govern, Francina Armengol, supiera dar una respuesta satisfactoria sobre qué ocurrirá. Porque los ciudadanos tienen que saber si se obligará a Huertas a dejar su cargo cuando Podemos confirme su expulsión. No es solo una cuestión personal de Huertas, sino algo que afecta a todos los partidos que la eligieron para ocupar un cargo de tanta importancia. Convendría que Armengol solventase la crisis del Parlament lo antes posible. Ella es la máxima responsable política de lo que ocurre. Y que Podemos actúe, en el futuro, con más responsabilidad. Sin sectarismo.