La incidencia del alquiler turístico y la evidente recuperación económica están produciendo efectos preocupantes que pueden llegar a afectar al equilibrio social en Balears. El hecho de que los precios de alquiler ya superen el máximo histórico del 2007, cuando la famosa burbuja inmobiliaria se había desbocado, ha de poner en alerta a los poderes públicos porque, a este ritmo, muchos ciudadanos pueden quedar fuera del mercado de acceso a la vivienda, comenzando por los sectores más jóvenes que aspiran a crear una familia.
Desequilibrio y futuro.
La salida de la depresión económica es una evidencia, pero se está produciendo entre las lógicas disfunciones de un tejido productivo que se ha visto golpeado durante años. La más importante señala los bajos salarios de las personas que consiguen sus primeros empleos. Es lógico que toda recuperación imponga sacrificios y que recuperar la salud de las empresas sea difícil y lento. Pero tal realidad choca frontalmente con unos alquileres disparados porque muchos inmuebles se dedican al alquiler por semanas y son, en realidad, plazas turísticas encubiertas. Ello conlleva que para un ciudadano medio alquilar un piso puede llegar a convertirse en un lujo o, incluso, en un sueño imposible. Tal desequilibrio llena de preocupación el futuro.
Reactivación de la construcción.
La demanda va a forzar, de manera indefectible, un incremento de la construcción tras años de parón forzado por la crisis. Pero si continúa creciendo la demanda de alquiler turístico, resulta impensable que una mayor oferta suponga frenar el precio de los alquileres. Es preciso una intervención pública más activa que la actual en materia de alquileres, propiciando precios asequibles, sobre todo para las generaciones jóvenes. El derecho a crear el propio hogar no sólo está amparado por la Constitución, es también un valor esencial de toda sociedad desarrollada. De ello depende la estabilidad social y el mantenimiento de la pirámide poblacional.