Estos días se cumple el cincuenta aniversario de la implantación de los estudios universitarios en Balears como una experiencia consolidada, el preámbulo de lo que sería la Universitat de les Illes Balears (UIB). Pocos proyectos políticos han contado en la historia reciente de las Islas con un apoyo social e institucional tan amplio como el de disponer de una oferta académica del más alto nivel sin tener que desplazarse a la Península; una barrera económica insalvable para muchas familias. Los inicios fueron modestos, con fórmulas satelizadas desde las universidades de Barcelona, pero el tesón de los promotores de aquella iniciativa acabó dando sus frutos que ahora disfruta el conjunto de la sociedad balear.
Franquismo y democracia.
Resulta complicado asumir la precaria situación académica que se vivió en Balears para el acceso a las titulaciones universitarias. El obligado paso por la Península suponía dejar en manos de una reducida élite la posibilidad de acceso a los estudios superiores. La demanda social en las Islas se convirtió en un auténtico clamor que tuvieron que recoger, incluso, las autoridades franquistas –siempre muy reacias– y cuyo espíritu se acrecentó con la llegada de la democracia. Los primeros años fueron complejos y algunos pecados de ambición tuvieron que rectificarse, pero quedó claro que se había iniciado un camino sin posibilidad de marcha atrás.
Los pioneros.
Con demasiada frecuencia se olvida que todo ha tenido un comienzo, un primer momento que fue protagonizado por un reducido grupo de personas entusiastas y pragmáticas, con diferentes grados de responsabilidad institucional, para hacer realidad un anhelo social casi unánime en Balears y del que ahora disfrutamos. Ha transcurrido ya medio siglo, pero es imprescindible tener presente el esfuerzo realizado entonces para poder ser conscientes de la realidad actual que encarna la Universitat de les Illes Balears. Es una cuestión de generosidad.