Pedro Sánchez dio a conocer ayer a los integrantes de su primer Gobierno, un equipo del que cabe destacar su solvencia, en especial en todo el área económica. La composición del nuevo Ejecutivo lleva implícito un claro mensaje de tranquilidad a los mercados y a la Unión Europea –así se interpreta el nombramiento de Nadia Calviño–, no habrá quebrantos en los compromisos adquiridos. En clave interna Sánchez no ha admitido ningún guiño a los nacionalistas e independentistas que le apoyaron en la moción de censura, los nuevos ministros –Margarita Robles en Defensa y Grande-Marlaska en Interior– han dejado claras sus opiniones contrarias respecto al proceso soberanista catalán. No se advierten las concesiones que tanto alarman al Partido Popular.
Prestigio y modernidad.
Dentro del complejo equilibrio territorial que Sánchez ha querido introducir en su primer Gobierno –en el que Catalunya ha obtenido dos carteras (Exteriores y Administración Territorial), al igual que Andalucía, es preciso resaltar la imagen de prestigio y modernidad que proyecta. La presencia mayoritaria de mujeres en el Consejo de Ministros es un gesto que rompe los moldes establecidos hasta ahora, como lo es la apuesta por la incorporación de personas con nula experiencia política, como es el caso de Pedro Duque –Ciencia y Universidades– o el periodista Màxim Huerta –Cultura y Deportes–. Gestos que no pasan desapercibidos en la nueva composición de Gobierno.
Diálogo forzado.
El reducido apoyo propio que tiene el Gobierno le obligará a tener que hacer gala de amplias dosis de diálogo y negociación con el resto de los grupos políticos, circunstancia que pone en riesgo su operatividad real más allá de los previsibles golpes de efecto que reclaman los sectores más progresistas. Durante cuánto tiempo podrá soportar esta situación Pedro Sánchez es la gran incógnita de los próximos meses.