La reunión que mantendrán hoy en Bruselas los mandatarios de los ocho principales socios de la Unión Europea, entre ellos España, para abordar la situación del problema migratorio; uno de los más acuciantes a nivel continental. La capacidad de los mandatarios por superar los intereses territoriales y diseñar una estrategia común que de respuesta a la avalancha migratoria, la cual se viene manteniendo desde hace años, permitirá evaluar hasta qué punto sobrevive Europa como espacio de valores éticos, más allá de la confluencia de estrategias económicas. Tras la migración pivotan los grandes problemas de la UE, desde la raíz del Brexit hasta el crecimiento de las formaciones ultraconservadoras y xenófobas en numerosos países.
Solidaridad y control.
No es casual que el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, trate con absoluto desprecio a los inmigrantes que son recogidos en alta mar y niegue su refugio en los puertos de su país. Italia es uno de los países europeos que más inmigrantes ha acogido en los últimos años ante la indiferencia de sus socios europeos, el caldo de cultivo óptimo para que calen discursos xenófobos como el de Salvini. Con anterioridad se puede hablar del ejemplo del Frente Nacional francés, con Jean Marie Le Pen, además de otros países como Austria o Hungría. La UE debe ser capaz hoy de ofrecer un antídoto frente a estos movimientos, el cual pasa por importantes dosis de solidaridad y un mejor del control fronterizo.
Ayudas en origen.
La propuesta que defenderán conjuntamente Pedro Sánchez y Emmanuel Macron, presidentes de España y Francia, respectivamente, hoy en Bruselas –la creación de centros de desembarco cerrados en suelo europeo– es sólo un parche; una medida provisional. Las soluciones pasan por trabajar en el orígen del fenómeno de la inmigración, ofreciendo ayudas a los países más necesitados que ofrezcan un futuro a sus habitantes. De lo contrario la ola es imparable.