El exduque de Palma, Iñaki Urdangarin, ha accedido al segundo grado penitenciario al cumplirse los dos meses de su ingreso en la cárcel abulense de Brieva. No hay, como admiten los expertos, un trato de favor con el marido de la infanta Cristina, con excepción de la celeridad en la tramitación de su situación como interno. El siguiente paso será el tercer grado, de semilibertad, que en condiciones normales sólo puede plantearse cuando haya cumplido un cuarto de la condena; en este caso no será hasta finales del próximo año. La situación de Urdangarin en la cárcel no es privilegiada, pero sí puede considerarse excepcional.
Un pabellón en exclusiva.
Como condenado por el ‘caso Nóos', Iñaki Urdangarin optó por ingresar en la cárcel de mujeres de Brieva, que dispone de un pabellón para hombres. Él es el único interno que lo ocupa y, en consecuencia, dispone de todas las instalaciones en exclusiva. Cabe preguntarse si Instituciones Penitenciarias consentiría situaciones similares con otros presos. El cuñado del Rey goza de unas condiciones de privacidad excepcionales y difícilmente justificables en los tiempos actuales, con seguridad hay otras prisiones en el país que podrían alojar a Urdangarin sin generar ningún agravio al resto de la población reclusa. Del mismo modo que no sería de recibo una severidad injustificada –aunque en Baleares conocemos casos sangrantes–, tampoco lo es el trato amable que supone ser el único interno del pabellón carcelario masculino de Brieva.
Máxima prudencia.
El sistema judicial y penitenciario español tiene mucho en juego con Urdangarin. Cualquier desliz en la valoración de su grado carcelario o en la concesión de permisos pondrá en entredicho su independencia, la sociedad española en su conjunto está muy vigilante por el estricto cumplimiento de las condenas del ‘caso Nóos', el escándalo de corrupción que ha provocado un auténtico terremoto en la institución monárquica de nuestro país.