Las imágenes de un grupo de violentos que se encaran y agreden a un policía local que estaba de patrulla en la localidad mallorquina de Capdepera junto a un compañero han dado la vuelta a España. En el vídeo, grabado por algún vecino, se aprecia la indefensión de los agentes ante la avalancha de gritos, aspavientos y golpes. Las imágenes son infamantes para la autoridad porque desvelan el comportamiento de un clan problemático cuya presencia degrada la convivencia de todo un pueblo.
Una sanción ejemplar.
Dos de los principales agresores pidieron ayer perdón a los agentes. Alegaron que iban bebidos en exceso y se personaron en el cuartel de la Guardia Civil, donde fueron detenidos a la espera de pasar a disposición judicial. Pero el episodio no se salda con gestos ni disculpas. Los hechos son muy graves y exigen una sanción ejemplar. Las personas de este clan ya habían sido identificadas de antiguo por trapichear con estupefacientes. Existió con ellas un exceso de tolerancia, como ponen de manifiesto las denuncias de un hotel vecino. Su actividad delictiva debe ser erradicada de raíz con una vigilancia que imposibilite sus actividades ilegales y la existencia de otros altercados como el ahora conocido.
Permisividad y falta de medios.
Pero hay que llegar al fondo de este asunto. Hay que saber si, para hacer frente a esta criminalidad, la Policía Local de Capdepera o la de cualquier municipio de Balears cuentan con la preparación suficiente, y si la Guardia Civil dispone de los recursos humanos necesarios para vigilar su demarcación. Porque resulta inaudito que los agresores permanecieran en libertad desde el Viernes Santo hasta ayer lunes, cuando por su cuenta decidieron presentarse al puesto de Artà. Y ahí está el otro interrogante: ¿Por qué no fueron detenidos de inmediato, cuando toda España ya estaba escandalizada por su violencia? La permisividad y la falta de medios para luchar contra el delito son el peor mal que puede sufrir una sociedad.