L a explosión de contagios provocados por los diferentes eventos en los que participaron los miles de estudiantes que llegaron a Mallorca en viaje de estudios, alrededor de 4.000, es la prueba del alto precio que se paga por la irresponsabilidad de los organizadores y de los participantes. También hay que añadir la pasividad de los cuerpos policiales ante las aglomeraciones de jóvenes, las fiestas ilegales y la falta de control por parte de los que debían tutelar el comportamiento de los adolescentes. Sólo el avance de la campaña de vacunación frena las consecuencias sanitarias de los brotes que se diseminan por media España y afectan ya a miles de jóvenes.
Golpe de imagen en el exterior.
La coincidencia con la inclusión de Baleares –única región de nuestro país– en el semáforo verde del Reino Unido, que permitirá la llegada de turistas vacunados procedentes de este país, de cuenta del impacto negativo que puede tener de cara al exterior de nuestra industria turística de la que seguridad que ofrece nuestro destino a los visitantes. Lo ocurrido obliga a revisar y hacer más exigentes los protocolos de prevención en la entrada de pasajeros, tanto por tierra como por aire, toda vez que la contaminación del virus llegó desde el exterior. Es mucho lo que está en juego para consentir fallos tan clamorosos como los ocurridos durante estos días con estos miles de estudiantes. Todo indica que fueron muy pocas las medidas que se respetaron de manera adecuada.
Contundencia.
Desde el Govern, este viernes no se ocultaba la incomodidad generada por este gravísimo episodio, razón de más para lanzar un mensaje de máxima intransigencia y severidad para aquellos que incumplen –incluso de manera clamorosa– todas las normas antiCOVID. Es preciso, ahora más que nunca, proyectar al exterior que no hay tolerancia en Baleares cuando se trata de combatir el virus.