El récord de presión humana en Balears alcanzado en un mes de abril este año, coincidiendo con la celebración de la Semana Santa, no puede ser considerado como un dato anecdótico más. Todo indica que es el primer aviso del rosario de puntas de población, tanto de residentes como de visitantes, durante los meses sucesivos. Y todavía no hemos llegado al máximo, que suele coincidir con agosto. Y en esta ocasión no se habla de sensaciones; las cifras estadísticas son el Ibestat, el centro estadístico oficial del Govern.
Una llamada de atención
El que en abril ya se hayan rebasado los 1,5 millones de personas en Balears es una circunstancia que obliga a poner sobre la mesa el debate social sobre el límite del crecimiento; cómo y de qué manera se pueden atender las necesidades de un volumen tan importante de personas en un espacio con recursos limitados como son las islas. En esta dinámica no hay duda de que el factor turístico tiene un peso enorme, pero no es el único. En la industria turística, el dilema está entre la contención y el decrecimiento, términos que todavía se abordan con cautela pero sobre los que hay consenso a la hora de diseñar el futuro del sector en las próximas décadas. El informe del Ibestat deja claro que no se pueden seguir posponiendo las medidas.
Un problema global
En el inevitable debate social sobre el diseño del futuro de las Islas no se puede cometer el error de centrar toda la atención en el turismo. Las derivadas de la presión humana alcanzan otros campos también preocupantes. A título de ejemplo se observa el resurgir de la demanda a poner coto a la adquisición de inmuebles por parte de extranjeros o no residentes nacionales, posición que colisiona con el marco jurídico impuesto por la pertenencia a la Unión Europea. Agua, energía, comunicaciones, transporte, territorio... Las respuestas son el gran reto inmediato de Balears.