Las medidas que ha venido aplicando el Gobierno para contener la inflación y reducir el coste de la vida no están obteniendo los efectos deseados. Los datos del Instituto Nacional de Estadística relativos a julio concluyen que la inflación se situó en el 2,3 por ciento –cuatro décimas más que en junio– y se encamina al 5 por ciento en diciembre. El gran impacto lo hallamos en el encarecimiento de los alimentos, que sigue sobre el diez por ciento y no se prevé que baje a niveles aceptables hasta mediados de 2024. La inflación subyacente es el principal problema que afecta a los hogares de España porque en julio ha pasado del 5,9 al 6,2 por ciento. El precio de los alimentos sigue al alza, con unos incrementos que no pueden afrontar muchas familias al no conseguir mejoras salariales que compensen estos aumentos. Los alimentos frescos son hoy un 6,3 por ciento más caros que hace un año, mientras que los elaborados han experimentado un encarecimiento del doce por cien.
Unas medidas insuficientes
En diciembre pasado, el Gobierno de Pedro Sánchez, hoy en funciones, dejó a cero el IVA de huevos, lácteos y frutas, redujo el de aceites y pastas y aprobó una ayuda de 200 euros para hogares con rentas inferiores a los 27.000 euros. Fue un conjunto de medidas para combatir la inflación que ha resultado insuficiente, como advierte la Autoridad Fiscal Independiente.
Las economías domésticas, perjudicadas
En este contexto, el Banco Central Europeo, en la misma línea que la Reserva Federal de Estados Unidos, sigue elevando el precio del dinero al aumentar el tipo de interés que ya se sitúa en el 4,25 por ciento, el máximo desde 2008. Y no se descarta que suba al 5 por ciento. No son buenas noticias para el bolsillo de los ciudadanos, que necesitan decisiones mucho más eficaces para rebajar el precio de la cesta de la compra. La actual ola inflacionista golpea las economías domésticas, que son las más perjudicadas.