Dentro de diez días, veintisiete refugiados albano-kosovares llegarán a Mallorca para ser alojados en una granja, según un acuerdo tripartito del Imserso de Murcia, País Valencià y Balears, adoptado al término de una reunión celebrada anteayer, lo que despierta cierta extrañeza porque estos refugiados, que componen tres familias con niños y un bebé nacido en València, lo que han solicitado no es venir a Mallorca, sino regresar a su país.
Deseo muy natural ahora que se está restableciendo la calma y comenzando la reconstrucción del país. Estas personas, azotadas por un destino nada envidiable, sufrieron las calamidades de una agresión armada y policial, tuvieron que emigrar en condiciones infrahumanas, lo perdieron todo y, tras un peregrinaje, fueron acogidos en València en espera de retornar a sus hogares.
Y, ahora que podrían hacerlo, les alargan el tránsito enviándoles a Mallorca donde, sin ninguna duda, recibirán una buena acogida, tanto por los entes públicos como por todos los ciudadanos, pero que es otra etapa en su duro regresar a Kosovo. La cuestión es averiguar por qué, sólo hace dos días, se decide que abandonen su actual residencia provisional para viajar y volverse a instalar en otra, no ya definitiva, sino también temporal.
Bastante desgracia tienen estos seres humanos, al haber sufrido el horror de una guerra unilateral, que les hizo víctimas de un genocidio que, en su caso, quedó en intento, como para ir cambiándoles de residencia hasta que puedan llegar a su patria y su hogar. Ellos mismos han manifestado este deseo de un regreso pronto, rápido y directo. Lo que debería hacerse, pues, no es moverlos constantemente "bastante tendrán que hacerlo en el viaje de vuelta a casa", sino dejarlos en su alojamiento hasta que puedan viajar a Kosovo.