La tragedia se ha materializado en Palma con la muerte de dos obreros y graves heridas a otros dos en el derrumbe de un hotel en obras por causas desconocidas. El desastre de ayer viene a sumarse a una larga estadística de muertes y heridas a consecuencia de accidentes laborales en el sector de la construcción, con ejemplos muy recientes en Eivissa y en Mallorca. Pero también se añade al desplome de otros dos establecimientos en Can Picafort y en Alcúdia, hace escasos meses, que milagrosamente no causaron víctimas y de cuyas causas todavía no se han dado explicaciones.
Es comprensible la indignación del conseller de Treball, Eberhard Grosske, al ser informado de la gravedad de lo sucedido, pero se excedió al afirmar que un hecho de estas características no puede ser simplemente accidental, que algo debe de haberse hecho mal para que esto ocurra. Dada la gravedad del suceso no caben presunciones, sino hechos probados. Y si hay responsabilidades se deben depurar con la mayor diligencia.
Quizá el «boom» de la construcción que viven las Balears en los últimos tiempos ha tenido consecuencias negativas para la calidad en el sector: prisas, escasez de mano de obra cualificada... Pero en este caso, repetimos, no podemos especular. Los hechos están ya en conocimiento de la Fiscalía, para que inicie una investigación que pueda aportar luz a los múltiples interrogantes que se derivan del accidente.
La obra contaba con la licencia municipal oportuna, aunque no con la que la Conselleria de Turisme otorga para la reforma de establecimientos hoteleros, permiso sólo exigible si se pretendía reformar el hotel. De cualquier modo, la licencia de Turisme no hubiese evitado el fatal accidente.
Dos personas han muerto y es preciso saber por qué. Tal vez una tragedia como ésta sirva para que empresarios, inspectores y trabajadores tomen conciencia de la importancia de las medidas de prevención de riesgos laborales.