Sorprende la escasa importancia que en estas lindes se otorga a las carreteras. Da la impresión de que han estado ahí siempre, formando parte del paisaje, y que hay que dedicarles poca atención, como a un árbol o a una montaña. Pero no es así. Al contrario, el estado de las carreteras, ciertamente deplorable en algunos tramos de cualquiera de las Islas, incide de forma contundente en la calidad de vida de los ciudadanos y es responsable directo de algunas muertes. Tal como ha confirmado el Tribunal Supremo, que ha obligado al Govern en una sentencia a indemnizar a la familia de la víctima de un accidente por la mala conservación de la vía donde ocurrió.
Ahora sabemos que, en efecto, Balears es una de las comunidades autónomas que menos ha invertido en carreteras en los últimos diez años. En Canarias, por ejemplo, entre el Estado, el Gobierno autonómico y los cabildos insulares, la inversión total fue más del doble de la que recibimos nosotros, lo mismo en construcción de nuevas vías que en conservación de las ya existentes. Pero, ¿dónde está el secreto? en un traspaso de competencias quizá prematuro o insuficiente, porque Balears tiene transferidas las carreteras desde los ochenta y, con ello, pierde la posibilidad de inversiones por parte del Estado, aunque mantiene con Madrid un convenio de inversiones que se encuentra paralizado desde que el Govern cambió de manos y decidió dejar de construir autopistas. Mientras, para el resto de las regiones ha habido sumas multimillonarias por parte del Estado, que sólo deja de invertir en Balears, País Vasco y Navarra, que también tienen dichas competencias, pero cuyos gobiernos autonómicos y diputaciones sí consideran pritoritario el buen estado de sus carreteras, dedicando 351.000 millones en el caso vasco, muy lejos de los 50.000 baleares.