Lo que acaba de ocurrir en Barcelona entre la policía y los manifestantes antiglobalización roza la ciencia ficción. Entre la confusión generada tras los incidentes, algunos han llegado a denunciar que los sucesos fueron provocados por la propia policía, que había infiltrado agentes de incógnito entre los manifestantes. Lo cierto es que hay declaraciones para todos los gustos y algunas deben tomarse en serio por provenir de personas supuestamente honestas y que no tendrían ningún interés en desacreditar a las fuerzas policiales sin motivo. Entre ellas hay docenas de testimonios que aseguran haber visto a «jóvenes con apariencia de radicales», armados con porras y bates, salir de las furgonetas policiales para increpar a los agentes uniformados, romper escaparates y provocar así una represión desmedida.
Quizá en este punto la única salida lógica sea llevar el asunto a una investigación pormenorizada que analice al detalle los vídeos grabados por la policía y por varios ciudadanos. Sólo así podrán llegar a dilucidarse los motivos por los cuales una manifestación festiva, pacífica y multitudinaria acabó en un caos de vandalismo al más puro estilo «kale borroka».
A nadie se le escapa que desde la primera hasta la última, en todas las manifestaciones antiglobalización ha habido incidentes de este tipo, con ataques violentos contra entidades bancarias, firmas multinacionales o grandes empresas. Igual que ha ocurrido en Barcelona, la policía se ha visto obligada a actuar en otras ciudades de todos los rincones del mundo. Pero aquí y ahora lo que interesa es saber quién, cómo y por qué.
La idea de que la propia policía intente desacreditar el movimiento antiglobalización con medidas como ésas resulta ridícula, pero las acusaciones son tantas y tan graves que merecen ser estudiadas.