Después de unas negociaciones que han durado meses, nuestra Comunitat Autònoma ya tiene las competencias sanitarias. Un hito en la historia de Balears que supone, a la vez que trae satisfacción, un enorme reto de futuro. Las competencias vienen dotadas económicamente en base a la población censada en las Islas "aunque en los meses de temporada alta el número de personas que viven aquí sea muy superior" y con esas cifras, consideradas insuficientes, hay que empezar a hacer cábalas que permitan dar al ciudadano no sólo el mismo servicio que recibe ahora que la Sanidad está en manos del Insalud, gestionado desde Madrid, sino mucho mejor. No tendría sentido esta lucha para conseguir las competencias si todo siguiera igual o empeorara. Al fin y al cabo, al ciudadano de a pie le importa poco quién está detrás de la gestión sanitaria. Lo que le interesa, y mucho, es saber que va a recibir el mejor trato posible, los mejores servicios y la más avanzada tecnología. No hay que olvidar que la atención sanitaria combina casi a partes iguales trato humano y técnico. Necesitamos profesionales de primera, con una enorme vocación, y es de esperar que ahora que el poder de decisión en asuntos sanitarios va a cambiar de manos, a la hora de los nuevos nombramientos se van a tener en cuentan los méritos profesionales y no las adscripciones ideológicas.
Llevamos años reivindicando mejoras sanitarias en cada una de las Islas. Ahora tenemos un hospital nuevo en Palma, la reforma de Son Dureta en marcha y proyectos para construir otros hospitales en Inca y Maó. Y Formentera, la gran olvidada, exige también desde hace años una mejora sustancial de sus servicios médicos. Son asignaturas pendientes de las que tienen que tomar nota las nuevas autoridades sanitarias. Hay mucho por hacer y es preciso acometer el trabajo con enorme ilusión, pero también con profesionalidad, rigor y dejando de lado cuestiones políticas y posibles «vendettas». El ciudadano lo exige y con razón.