Una vez concluida la Cumbre de Barcelona, llega el momento de hacer balance de lo que ha supuesto para la política de los Quince la primera reunión de jefes de Estado y de Gobierno bajo la presidencia de turno española. Al margen de otras cuestiones, dos han sido las más relevantes de este consejo. Una la liberalización del mercado de la energía eléctrica y, por otra parte, la declaración de la Unión Europea (UE) en torno a Oriente Medio. Naturalmente, los análisis son divergentes. Para el PSOE se ha desaprovechado una oportunidad histórica de avanzar en lo que llaman la «globalización social», mientras que para el PP y el Gobierno, Barcelona ha supuesto un rotundo éxito y un refrendo a las políticas liberalizadoras defendidas por Aznar.
En cualquier caso, el frente en el que se sitúa el Ejecutivo español ha tenido que ceder a la presión del eje franco-alemán, reacio a la liberalización de la energía. Aunque tanto Schroeder de un lado, como Chirac y Jospin del otro, también han tenido que dar su brazo a torcer en este delicado asunto para, al final, conseguir un punto de acuerdo con sus socios comunitarios.
Pero también es destacable la multitudinaria manifestación de fuerzas sociales que tuvo lugar en la capital catalana tras la cumbre como frente de oposición a la globalización económica. Y es que, cada vez, el movimiento en defensa de más y mejores políticas sociales adquiere más fuerza. Lo lamentable es que grupos incontrolados de violentos puedan poner en entredicho lo que es una reivindicación llevada a cabo de forma pacífica desde la más estricta normalidad democrática.
Con todo, lo que al final va a contar es que los acuerdos de Barcelona redunden en beneficio de los ciudadanos de la Unión y esa es aún una asignatura pendiente.