Las mujeres trabajadoras que planean tener un hijo dentro de poco están de enhorabuena, porque el Gobierno ha anunciado que ingresará en sus cuentas corrientes cien euros mensuales hasta que la criatura cumpla tres años. Dicho así, de golpe, la medida puede resultar atractiva y no serán pocas las que salten de alegría. Sin embargo, detrás de las risueñas apariencias se esconde una realidad poco halagüeña. Para empezar, nuestro país tiene no un grave, sino un gravísimo problema de natalidad. Aquí son insuficientes las mujeres que deciden tener hijos y las que lo hacen, mayoritariamente se limitan a uno. Ni la inmigración masiva podría remediar este hecho. En un caso así, que podemos calificar sin ambajes como «problema de Estado», hay que ir más allá de constatar los hechos y mirar hacia otro lado. Hay que averiguar por qué.
Y los porqués son muchos, demasiados. Uno de ellos es el alto nivel de desempleo, que afecta más a las mujeres y por eso cuando una encuentra trabajo se resiste a abandonarlo, aunque sólo sea por unos meses. Otro es la casi ausente red de guarderías públicas, con lo que los tres primeros años de vida del niño deben pagarse a razón de unas cuarenta mil pesetas mensuales para cubrir el horario laboral de los padres. Uno más es que, a partir de esa fecha, son los abuelos "o empleados contratados por los padres, pagando nuevamente" quienes tienen que hacerse cargo de la criatura porque los horarios escolares son impracticables para las parejas trabajadoras. Y así hasta el infinito. En definitiva, falta apoyo público a la maternidad.
Y, a todas luces, recibir 16.000 pesetas del Estado durante tres años a partir de 2003 no solucionará gran cosa. Quizá quien tenga pensado parir en esas fechas lo hará de todas formas, pero para el resto la medida resulta del todo insuficiente, superficial y hasta suena a «limosna».