Después de las primeras reacciones en caliente que poco o nada dejaron entrever sobre las posibles causas de la debacle del 25M, los partidos progresistas hicieron esta semana su primera puesta en común, un examen de conciencia del que se extrae una clara conclusión: la derrota ha resquebrajado los cimientos de la coalición más de lo que se podía pensar antes de los comicios electorales. El Pacte, ahora mismo, no sabe si marchará junto o no en las próximas elecciones generales. Y no lo sabe porque desde su interior han vuelto a surgir las discrepancias y las distintas maneras de hacer política (las diferencias entre el Consell y el Ayuntamiento de Eivissa han sido notables, y los resultados ahí están). El PSOE, partido mayoritario y que debe marcar la pauta en esta coalición, perdió protagonismo en la máxima institución insular, donde los políticos independientes, Pilar Costa, Fanny Tur o Santiago Ferrer, y la posteriormente denostada por los socialistas Sofía Hernanz, llevaron la voz cantante. Además, Vicent Tur, otrora líder socialista, quedaba en un segundo plano y Josep Marí Ribas bastante tenía con lidiar con sus problemas urbanísticos en su municipio. Y todo ello para luchar contra el irreductible Buades y su pinza con el PP. Al contrario, en el Ayuntamiento de Eivissa la salida de la verde Roldán apenas se dejó sentir y los socialistas, con su líder Tarrés al frente, pudieron desarrollar su política sin divisiones internas con un buen entendimiento entre los otros partidos que les llevaron a repetir victoria en las urnas.
Es de suponer que estas dos experiencias tan contrapuestas serán motivo de reflexión en las mentes pensantes del Pacte Progressista, muy influenciables, por otra parte, por los colectivos más radicales del ecologismo o del nacionalismo pitiuso. De momento, el verano y la constitución de los nuevos gobiernos servirán a los progresistas para tomar aire, antes de iniciar un nuevo curso político.